La Virgen de Torrijiano[1]
« Muriendo esta Torrijiano,
muriendo está en su prisión
por el hambre, que es la pena
que se ha impuesto en su furor.»
(M. Cueto y Cano)
El hecho de que vamos a ocuparnos ha llegado hasta nosotros descrito con ligeras variantes, aunque igual en el fondo, y para relatarlo hemos de procurar seguir la relación que corre como más auténtica.
A principios del siglo XVI vivía en Sevilla, y en una modesta casa situada en la Resolana del barrio de la Macarena, el insigne escultor, florentino Pedro Torrijiano, que tan perfectas y acabadas obras dejó en varios templos de nuestra capital.
Fue Torrijiano un distinguido discípulo del maestro Lorenzo de Médicis, y estando en el taller de éste con otros compañeros tuvo su famosa riña con Miguel Ángel, a quien de un golpe rompió parte de la ternilla de la nariz, dejando, para mientras viviese, señalado al autor del Moisés y del Juicio final.
Huyó después de aquella riña Torrijiano de Italia, pasando ä Inglaterra, donde vaga muchos años sin residencia fija y sufriendo no pocos disgustos y sinsabores, pues parece que el carácter del artista florentino era por demás violento, exagerado y nada simpático.
A España llegó Torrijiano más tarde, atraído por las bellezas del suelo y por los elogios que de nuestra cultura intelectual de entonces había oído hacer, recorriendo algunas provincias y fijando su residencia en Granada, población entonces donde se encontraba lo más florido de la nobleza castellana.
Hizo Torrijiano algunas hermosas esculturas para los conventos que entonces se edificaban en la ciudad del Darro, y cuando su fama se iba extendiendo por aquel punto una agria disputa que, por motivos que ignoramos, tuvo con algunos señores de alta categoría le obliga a cerrar su taller y a salir precipitadamente de aquella hermosa ciudad tan cantada por las liras de nuestros poetas.
Entonces vino Torrijiano a Sevilla, ejecutando al poco tiempo de su llegada obras tan notables como los bajo-relieves de la portada del Hospital de las Cinco Llagas, según dice un autor, y el San Jerónimo para el convento de Buenavista. Algún tiempo después el poderoso Duque de Arcos encargó al florentino una escultura de barro — 114 — que representase a la Virgen con el Niño Jesús en los brazos, escultura que había de ser colocada en el magnífico oratorio que en su palacio tenía el Duque.
Cuando la estatua fue concluida envió el linajudo noble a sus criados a casa de Torrijiano para que la recogiesen y al mismo tiempo entregaran al autor el precio de su trabajo en varios talegos de maravedises.
Al ver Torrijiano la forma en que se le hacía el pago de la obra, despertóse de súbito su cólera, deshaciéndose en denuestos contra el Duque, y llegó a tanto su enojo y su indignación, que allí mismo cogió la estatua, y arrojándola con violencia al suelo, la hizo trozos, diciendo a los criados del poderoso magnate que, pues recibía el dinero en tan pequeñas monedas, recibiese él también la estatua en pequeñas fracciones.
Este hecho produjo gran escándalo eh Sevilla y alborotó a la gente devota, que lo calificó de terrible sacrilegio, haciendo que el Duque se querellase al tribunal de la Inquisición, el cual prendió a Torrijiano, acusándole de impío y hereje consumado.
Encerrado en una mazmorra del castillo de Triana pasó el escultor insigne muchos meses, falleciendo por último en el año de 1522 entre horribles torturas, pues se negó a comer el más corto alimento durante bastante número de días.
Chaves, Manuel. Páginas sevillanas. Sucesos históricos, personajes célebres, monumentos notables, tradiciones populares, cuentos viejos, leyendas y curiosidades. Sevilla,Imp. de E. Rasco, 1894, pp. 113-114.
[1] Pietro di Torrigiano d'Antonio (Florencia, 24 de noviembre de 1472 - Sevilla, 1528)