La mora garrida
Al escritor Dr. Juan Denamiel de Castro.
Este nombre va unido a una romántica aventura ocurrida durante el sitio de Antequera. El historiador D. Cristóbal Fernández dedicó preferente atención en el capítulo XVIII de su Historia de Antequera[1], a este original hecho.
Esta tradición la copiamos de la Historia de Málaga y su provincia, por el Académico. D. Francisco Guillén Robles, pág. 169.[1]De sus páginas copiamos, o extractamos, cuanto vamos a referir.
Deseaba con ardor el Infante D. Fernando descubrir las avanzadas de los árabes para salir al combate. El plan de ataque estaba dispuesto. Mientras se presentaban los moros granadinos y se preparaban los nuestros a rechazarles, se paralizaron bastante las operaciones de guerra.
Un alférez de la Compañía de D. Pedro Ponce de León, llamado Pedro Montalvo, recorrió solo la línea de los enemigos y detenido a los márgenes del río, entre el cerro de San Cristóbal y los peñascos donde las murallas se asentaban, se entretenía en ver los adarves[2], cuando le pareció divisar una hermosa mora. Como la muralla era baja por aquel sitio, a causa de que los peñascos, que la servían de cimiento, impedían la subida y la hacían inaccesible, tuvo oportunidad Montalvo de examinar detenidamente a la mora.
Favoreció ella misma su curiosidad, porque incorporándose sobre la superficie del muro, y descubriendo su talle, quedó perfectamente a la vista del cristiano.
Montalvo despreciando el peligro atravesó el río y se detuvo al pie de los riscos. Le dirigió la palabra en árabe y la musulmana le contestó.
Supo entonces que aquella mora se llamaba Daifahalema y se le conocía por la mora Garrida. Era esposa de Alí Reduan, vecino de Antequera.
El Rey de Granada Juseph la había pretendido, ofreciéndole el esplendor de una corona, sin que esta la deslumbrase.
Daifahalema añadió que despreciaba la Religión del Corán por creerla absurda y supersticiosa y en cambio era admiradora de Jesús y sus máximas.
Expuso su conformidad en huir de la plaza y deseo de ser bautizada.
Apenas había pronunciado estas palabras, cuando silbó una flecha disparada desde cercana torre. Montalvo quedó ileso pero la mora comprendió que estaba perdida.
Dirigióse entonces hacia el árabe, fingió halagarlo para comprar su silencio, y aprovechando una ocasión favorable, con increíble fuerza, arrojó al moro por la muralla al precipicio, donde se hizo pedazos.
Montalvo pudo de nuevo hablar con Daifahalema y ambos convinieron en la huida de ésta para la noche siguiente, en que Montalvo iría provisto de escala.
Cuando el noble alférez cristiano, dejando el campamento, marchó en la noche convenida hacia las murallas de Antequera, para librar a la esposa de Alí Reduan, se encontró en el camino a Guillermo de Renes, soldado de nuestro ejército, pero de origen francés.
Renes y Montalvo se consideraban con derecho a aquella mujer. Riñeron y si Daifahalema no hubiese detenido el brazo de Montalvo mal lo hubiese pasado el francés.
Acudió la ronda y apaciguando a los reñidores los llevó a la presencia del infante.
Montalvo alegó su derecho, refirió su entrevista del día anterior y su propósito concertado con la mora de contraer matrimonio. A su vez Guillermo de Renes contó que el día antes se apercibió del diálogo de Montalvo y Daifahalema y quiso ser su libertador, lo cual había realizado. Concluyó declarándose enamorado de la mora y pidiendo al Infante su mano.
D. Fernando aplazó la contestación, hasta tanto que viese cuál de los dos guerreros se distinguía más en la conquista de Antequera.
Daifahalema fue bautizada con toda solemnidad por el Obispo de Palencia, siendo sus padrinos el Infante y el Almirante de Castilla D. Alonso Enríquez. Se le puso por nombre Leonor, en recuerdo de la esposa del Regente.
Los pretendientes de la nueva cristiana hicieron proezas en el asalto de Antequera. Ambos se distinguieron tanto que el Infante no se atrevió a fallar y dejó la resolución a Dña. Leonor. Esta escogió a Montalvo, que ascendido a Capitán, colmó su dicha llamando esposa a la bella Leonor.
Esta aventura ha sido origen de romances e historietas. La musa popular la adornó de nuevos detalles y los historiadores confirmaron el relato que he apuntado.
En esta aventura tuvo origen aquella quintilla de Juan Galindo que dice:
Viendo cosa tan lucida
toda mi vida estuviera:
abajo en la descendida
viole a morisca Garrida
pasear por la ribera.
FUENTE:
Díaz Escobar, Narciso: "La mora garrida". Curiosidades malagueñas. Málaga, Tip. Zambrano, Hermanos, 1899.
Edición: Pilar Vega Rodríguez
[1] Francisco Guillén de Robles, Historia de Málaga y su provincia, Rubio y Cano, 1874
[2] Adarve: Camino situado en lo alto de una muralla, detrás de las almenas; en fortificación moderna, en el terraplén que queda después de construido el parapeto.
[1] Cristóbal Fernández, Historia de Antequera desde su fundación hasta el año 1800: que recuerda su remota antigüedad, heroicas hazañas, gloriosos combates y celebres monumentos que ha salvado de los estragos del tiempo, y abraza las de Archidona ...y otros pueblos comarcanos, Imprenta del Comercio, 1842