Foto. David Daguerro
Los condes de Lugo. (Tradiciones de Galicia.)
I.
Pasaron ya los tiempos en que el trovador de las glorias de la patria suspendía al caminante, ora desde el torreón de un castillo, ora desde los albores de la llanura, cuándo en el atrio de un monasterio, cuándo en la balconada de los alcázares condales.
El pueblo depositaba su óbolo en la gorra de terciopelo del entusiasta cantor, que enseñaba a amar al país suscitando el recuerdo de sus héroes.
¡Salud, trovadores de la Edad Media! Vosotros llevábais do quiera el entusiasmo y la gloria.
Hoy el pueblo no sabe de romances de pleitesía, ni de baladas de peregrinos, ni de cantos de guerra al infiel. Y es que los bardos de la cruzada y los poetas del torneo y los vates de la romería han muerto tal vez para siempre.
Galicia, madre fecunda en lealtad y heroísmo, sueño de nuestros amores, padrón de gloria para los hermanos de España: si lengua tenemos para contar tus proezas, tierra generosa que siempre adoramos; si nuestro corazón palpita conmovido al recuerdo de tus esplendorosos fastos, cuna ilustre de los que asombraron al romano en Medulio, al moro en Sevilla, al inglés en Doniños, al galo en San Payo, deja que lancemos fervientes los ecos de tus ignoradas leyendas a más lejanos horizontes que los que ciñen las riberas cántabras, las deliciosas márgenes del Miño, los bosques de tus druidas, las montañas de tus celtas, los castillos de tus suevos, los palacios de tus señores, los hospicios de tu Orden de Compostela.
II
Mohammed-Abi-Amis, Al-Mansor (el victorioso) conocido en nuestra historia por Almanzor, había llegado en su última gazúa (expedición sagrada), hasta el sepulcro de Schat-Yakub Santiago, la Kaaba de los Nazarenos, el 10 de agosto de 997.
Sus armas llevaron el terror a las comarcas de Galicia, y los sorprendidos hijos de la monarquía de Ramiro vieron con espanto entrar en las aguas de San Cosme de Mayanca el caballo del Hagib hasta el pretal[1] de la silla, hecho con que el musulmán quiso significar a los siglos el poderío de las victoriosas cimitarras de Córdoba.
Al retirarse de aquellas costas, dirigió su ejército a Lugo.
Lugo era la ciudad odiada de los árabes, porque de allí habían partido héroes para Covadonga en 718; allí, ante sus muros, fuera humillada la media luna en 720; allí en fin, se reunían contra el enemigo de la patria los infanzones gallegos, descendientes de los que habían sido terror de Roma hasta el día en que Lucus céltica fue la Lucus Augusta de los emperadores.
Una de las últimas mañanas de setiembre de 987 apareció Lugo cercada por las tropas de Almanzor.
III
Los robustos muros de la ciudad del Sacramento[2] guardaban la flor de la nobleza gallega y multitud de generosos guerreros ávidos de morir por su Dios y por su patria.
Desde el año 910, [3]Alonso III había mandado avecindar[4] en Lugo a los condes de la comarca, para poder rechazar mejor desde tan fuerte lugar las correrías de los normandos, demasiado amantes del Jacob´s land, país de Santiago.
Abades, monjes, legos y todos los que pagaban tributo a la ciudad, habían de defenderla.
Así, cuando llegó Almanzor con sus huestes, encontró una resistencia inesperada; y después de infructuosas tentativas para el asalto, decidióse a rendir Lugo por hambre.
Estrechó el cerco, y envió parlamentos a los sitiados que le contestaron:
?Tenemos murallas que nos defiendan, pan que nos sostenga y valor para no humillarnos.
Asombrado quedó el Hagib de tal respuesta; con todo esperó.
IV.
Días pasaban tras días, y la codiciada Lek de los árabes empezaba a todos los horrores de un cerco tenaz, asomando amenazadora la terrible plaga del hambre, que a toda costa querían ocultar los gallegos al enemigo.
Tres caudillos gobernaban a los sitiados, el conde D. Eros el conde D. Fernando y el conde D. Otón.
Los tres infanzones alentaron a sus gentes a morir antes que rendirse, una noche en que el moro se disponía a emprender la última tentativa.
Pero los cristianos no tenían que comer; todas las provisiones estaban agotadas.
El conde don Eros invocó el sagrado nombro de la patria, y los indómitos defensores de Lugo se avinieron a cuanto él dispusiese.
Rajó en menudos pedazos todas las pieles que a mano hubo; y remojándolas en los pozos las repartió como raciones a los sitiados.
Estos se alimentaron de correas.
Mala comida sería; pero el valor de los cristianos no decayó un momento. Testigo de ello la brillante resistencia que hicieron al formidable asalto del moro, vencido una vez más.
Solo D. Eros había mandado en la lucha. Los otros dos condes, culebreando durante ella por el campo infiel, habían robado a los árabes un cordero y harina D. Fernando, un haz de espigas D. Oton.
El invicto D. Eros abrazó a aquellos nobles hijos de Galicia, que así arriesgaban la vida por su país; y habiéndolos oído, tomaron los tres condes una resolución que salvó a Lugo.
V
Guardando, según costumbre, estaría Almanzor en una cajita el polvo de sus vestidos cogido en la jornada anterior[5], cuando sus guardias le avisaron que venían parlamentarios de Lugo.
Dos gallegos armados desde la gola[6] a las grebas[7], se presentaron al Hagib, y ofreciéndole un cordero, un pan, y un haz de espigas le dijeron.
Los condes de Lugo envían esto al poderoso Almanzor.
El altivo guerrero de Córdoba no acertaba a volver en sí de su sorpresa.
El valor de los sitiados probado estaba, y de sobra tendrían provisiones cuando así se deshacían de un cordero, pan y mieses en tan obstinado cerco.
Aquella misma aurora Almanzor levantó sus reales y la indomable Lugo, fue saludada libre por el primer sol de noviembre de 997.
VI
El conde D. Eros recibió el sobrenombre de Correa, en memoria de las que hizo comer a los lucenses.
El conde D. Fernando, el ladrón de la harina y el cordero, fue llamado Bolaño, de bolo (pan) y año (cordero en el idioma del país).
El conde D. Otón fue conocido por Pallares (trojes) pues que a las de Almanzor había ido a buscar las espigas.
Esta es la tradición que guarda la ciudad sacramental y que perpetúa de padres a hijos la noble memoria de los condes de Lugo.
Teodosio Vesteiro Torres. Vigo (Pontevedra), 12.VI.1848 – Madrid, 12.VI.1876. Erudito, escritor y músico.
FUENTE: Los lunes del Eco de Galicia, p. 3 El Eco de Galicia: diario de la tarde: Núm. 1642, 2 de noviembre de 1891, p. 3.
Edición: Pilar Vega Rodríguez
[1] Pretal: 1. m. Correa o faja que, asida por ambos lados a la parte delantera de la silla de montar, ciñe y rodea el pecho de la cabalgadura. (Diccionario de la lengua española, RAE).
[2] Ciudad del sacramento: porque en la catedral de Lugo se venera la exposición del Sacramento Eucarístico día y noche desde el siglo XIII.
[3] Estos condes eran ordinariamente gobernadores de los castillos y fortalezas en nombre del rey, que les escogía de sus más adictos vasallos y compañeros (comités) de guerra. Cuando mandaban en las fronteras, tomaban el título de marqueses de comarca, límites confín. Hoy, ambos títulos son puramente nobiliarios, sin significar otra cosa.
La tradición habla de once condes de Lugo cuyos distritos señala el segundo concilio lucense. La historia poco dice de ellos; antiguos legendarios y cronicones, discrepan mucho sobre este punto. Nosotros compilamos, sin salir garantes de la verdad. (Nota del autor).
[4] Avecindar: avecinar, acercar.
[5] Es tradición que Almanzor guardaba cada día el polvo de la ropa que había usado en la batalla, para ser sepultado en esa tierra el día de su muerte.
[6] Gola: 3. f. Pieza de la armadura antigua que protegía la garganta.
[7] Greba: 1. f. Pieza de la armadura antigua que cubría la pierna desde la rodilla hasta el pie.