Carlo Magno en Gerona. — Año 778. (Época de la dominación árabe en Barcelona)
El ejército de Francos y Catalaunos duerme fatigado al pie de los muros que coronan las tropas de Mahomet. Todos los que descansan al sereno no tienen más sueño o ilusión que el deseo de la próxima venganza y el recuerdo de la cruda batalla que les ha hecho bajar de la sierra de Rams, donde se habían acampado el día anterior. Solo Carlo-Magno reposa tranquilo en su tienda, con el dulce sueño que el cielo le envía, presentándole la victoria que ha de alcanzar en aquel llano[1].
—Duerme, duerme, orgulloso caballero—dice Mahomet, que vigila desde el muro.—Ya puedes reforzarte descansando, que los míos no ceden ni partidos, pues no temen tus lanzas ni tus cruces. Hoy llegarán de Córdoba más huestes, y mañana el Espanto de la Europa se humillará a los pies de mi caballo. Para ti no hay ya cielo ni esperanza: tu cruz es para mí menor que nada [2].
El gran rey sigue durmiendo junto a su gran caballo negro que aún muestra las crines salpicadas con la sangre y la espuma de que se cubriera en Rams. El campamento sigue quieto también, y solo se levanta una vez al día para comer unas cuantas yerbas y pan, volviendo a dormir después, para hallarse así más ágil cuando el cielo disponga la batalla; sin embargo, ni un soldado cierra los ojos en tal caso que no haya abierto los oídos para escuchar antes las palabras que el Emperador dirige entonces a sus huestes [3]. -15-
— Esperad y sufrid, que Dios nos guía. Creed que el alto cielo nos ayuda, y que con nuestra cruz se vence todo.
— Pues sin verla en el cielo no la temo: — responde a gritos el confiado moro. — Para ti no hay ya cielo ni esperanza, y es tu cruz para mí menos que nada.
A pesar del coraje que infunden las palabras del moro en el pecho de Carlos, este no se decide a pelear, porque ve que falta pan a sus soldados, que no acuden los condes feudatarios en su ayuda, ni espanta ya la cruz a los infieles, que son diez por cada uno de los suyos. En tal estado no queda más recurso que la oración: quizá por ella logrará desalojar el Emperador a los infieles de Gerona, antes que el sol desaparezca.
«Señor, vos que en el centro de la noche habéis pintado hermosa y esplendente una aurora de gloria ante mis ojos; que habéis rodeado el lecho donde lloro con el verde laurel de la victoria; que habéis mostrado en sueños a mi ejército vuestra divina cruz bella y triunfante; mostradme ahora la verdad que buscan mis ojos con mi pecho y con mi mente. ¡Señor, misericordia! haced que pueda dar alimento y gloria a mis soldados, que acudan a mi ayuda mis amigos y ante la cruz se humillen mis contrarios.... ¡Cambiad en verdad mi feliz sueño!»[4]
El ejército cristiano vuelve a descansar tranquilo sobre el campo; los guerreros abren a veces los ojos durante la vela, con el recuerdo de sus hijos y de sus hogares; pero pronto se desvanece tal idea a la sombra de la venganza próxima, que vuelve a cerrarles los ojos y a despertarles el corazón. La venganza borra hasta la ternura, y, en tal estado, el guerrero que es padre forma solo sus placeres con los objetos que le rodean; la tierra y el escudo son la cama, la espada la única esposa con quien duerme abrazado, el cielo el único techo de su albergue, el ejército la única familia que le acompaña, y el fuego de la venganza el único hogar donde se calienta el pecho recordando las glorias ya pasadas. -16-
— Trap, trap, trap, trap....
— ¡Oh, qué alegría — arriba, mis soldados! Carlo-Magno da este grito al oír las pisadas de un caballo, cuyo eco retumba más grato en su corazón que el chasquido de una espada a los oídos de un guerrero, cuando con ella se parte el cráneo de un contrario.
— Trap, trap, trap, trap....
— ¡Afuera los cuidados! el cielo ya ha escuchado nuestros votos. El rumor que ha hecho nacer la esperanza en el pecho de Carlo-Magno, infunde temor al vigilante moro, pero al observar la causa Mahomet desde su torre, recobra de nuevo espíritu y maldice a su infundada desconfianza.
— ¡Ah!... malaya el miedo. Solo veo un corto pelotón de unas cien lanzas, y a su frente un imbécil caballero.... ¡Qué refuerzo!... Bien puedes, Carlo-Magno, esperar a tus condes feudatarios que en la fiesta de mayo te acompañan, pues se durmió su honor como tu ejército. Por demás es, ¡oh Rey! la copa de oro y esa Virgen de plata[5] que, colgada del arzón de tu silla, te protege. Mañana he de beber con la primera en medio de mi harem[6], y una coraza he de mandarme hacer de la segunda para guardarme el pecho de tus dardos. Lo que te conviniera es sangre y fuerza, y tal socorro el cielo no lo envía...[7].
— Trap, trap, trap, trap....
Carlo-Magno ha salido de su tienda para ver al caballero de las cien lanzas que viene en su ayuda.
— ¿Quién es el caballero que se acerca?... ¡Oh! ven, ven a mis brazos, caro amigo, fiel e invencible Arnald de Cartella,[8]ven con tu unquela [9]roja y tus cien lanzas que así darás alivio a mis valientes.[10]
Al cruzarse los brazos de Cartella con los del Rey, el ejército dormido recobra nueva vida, y más al ver los víveres que vienen con la hueste ayudadora; cada cual alarga una mano a alguno de los nuevos compañeros y con la otra se aferra a la empuñadura de su espada, con la idea de -17- que ya empieza el asalto. Valientes guerreros hasta la gloria de su misma espada envidian, al pensar que ha de ser primera en el triunfo que sus manos.
Los sitiadores ya se han reforzado con el alimento y la amistad de los nuevos caballeros; solo falta que les hable Carlo-Magno.
— ¡Al arma, mis valientes! Nuestra sangre ya tendrá desde ahora mayor vida. Hoy verá Mahomet la cruz con sangre, hoy será una verdad mi feliz sueño, y mañana.... triunfantes en Gerona ofreceréis conmigo a la cruz santa[11], nuestra guía y patrona e igualmente las joyas que yo llevo y vuestras armas. Mañana mostraré a la edad futura la fuerza de la cruz porque peleo, grabando de tal modo su gran nombre que ya jamás se extinga en esta Marca[12].
Entretanto vosotros, mis soldados, podréis buscar el labio de la esposa o saciaréis vuestra arrogancia, exótica y sublime a la par, jugando alegres con los sangrientos cráneos de esos perros.
Apenas había dado fin a su discurso Carlo-Magno, cruzando las manos y alzando la vista al cielo, que empezaba a mostrarse más sereno a medida que el sol se trasmontaba, cuando de repente vino a cubrirse la ciudad y el campo de un color rojo y sangriento, al través del cual se veía caer una lluvia de sangre, y entre cuyas oscuras gotas aparecía brillando y radiante de hermosura una santa cruz, que, llena de esplendor y majestad, se ostentaba sobre la cúpula del alcázar mahometano[13] .
Al contemplar tal milagro, sitiadores y sitiados callan por un momento, y solo rompe en seguida su silencio la voz de Mahomet que se levanta sobre el muro.
— No me espanto por esto, Carlo-Magno. Tan solo por la fuerza has de vencerme, porque prefiero ser antes rey muerto, que vasallo con vida [14].
La respuesta que dio a estas palabras el Rey del sitio fue un repentino estrépito de trompas y bocinas, un choque inesperado de espadas, lanzas, piedras, y máquinas. Bien -18- pronto, entre gritos de vivos, ayes de moribundos, voces de mando e invocaciones, se vieron temblar las torres y los muros como espantados de la poderosa respuesta. Todo es confusión....
— Ya no hay murallas Todo es gloria y poder....
—¡Ya no hay infieles! Oíd a Carlo-Magno en el asalto.
— ¡Adentro, mis valientes! ¡Ea! ¡adentro!... Ni uno ha de quedar.... mas.... sí, uno solo.... uno para que cuente mientras viva, si hubo para mí cielo y esperanza, y si con nuestra cruz se vence todo.
Al día siguiente de la batalla, Carlo-Magno, al lado del valiente Arnaldo de Cartella, cumplía sus promesas en Gerona; y a la puerta del alcázar, que entonces le servía de palacio, lloraba un moro de rabia y gratitud al mismo tiempo. Era el Wali Mahomet que, perdonado por Carlos en el sitio, admiraba la magnanimidad del Rey y el milagro de la cruz [15].
FUENTE
Bofarull, Antoni. Hazañas y recuerdos de los catalanes. Barcelona, Juan de Oliveres, 1846, pp.14-18.
Edición: Pilar Vega Rodríguez
[1] Mahomet. Es probable que solo fuese un Wali o Gobernador enviado por el Rey de Córdoba. (Nota del autor).
[2] Espanto de la Europa. Son varios y muchos los autores que atribuyen este epíteto a Carlo—Magno. (Nota del autor)
[3] Junto a su gran caballo negro.—Sin duda la verdad de este adjetivo negro no fue más que poético en un principio, pero los poetas más que los historiadores han querido siempre que el caballo de Carlo-Magno fuese negro, así como roja su capa. (Nota del autor).
[4] Así refiere el episodio Enrique Claudio Girbal: “No podemos dejar de consignar aquí, interrumpiendo por un momento la historia, una de las más poéticas tradiciones que acerca de la supuesta venida de Carlo-Magno a Cataluña, se ha conservado hasta nuestros días. Héla aquí: Mientras el ejército franco estaba sitiando a Gerona, y en la noche de un viernes, el caudillo cristiano postrado de hinojos en su tienda ante una imagen de la Virgen rezaba sus acostumbradas oraciones, y en medio del profundo silencio que reinaba en el campamento, de pronto le deslumbró un resplandor vivo y rojizo. Saliendo de la tienda, vio con gran sorpresa brillar en el cielo una cruz de fuego sobre la mezquita del Walí en que transformara la antigua Catedral. Llamando luego a sus adormidas tropas, se arrodillaron todos, elevando al Señor fervorosas preces. Tres horas duró la visión, durante las cuales llovieron gotas de sangre que iban formando cruces así que llegaban al suelo. Creyendo el emperador aquello un aviso del cielo, mandó al cabo de tres días dar el asalto, ganándose la ciudad con gran carnicería en el ejército infiel (Guía cicerone de la inmortal Gerona: viaje por la ciudad, con el objeto de conocer los monumentos artísticos, enterarse de los recuerdos y hechos históricos, y saber el origen de las tradiciones populares pertenecientes a la misma... Establ. Tip. de Gerardo Cumané y Fabrellas. 1866.p. 46).
[5] La copa de oro y la Virgen de plata. Dice Pujades en su libro VIII. Cap. XXIII. pág. 237 de la última edición, hablando de Gerona. En la sacristía donde se guarda el tesoro de aquella catedral, se conserva una riquísima copa toda de oro macizo con su tapador o cubierta, hecha con grandes molduras y primores: tiene el pie casi dos palmos de alto, y en el medio una linternilla como las que solían poner en algunos cálices y se ven en los pies de las cruces grandes: dentro de la copa, en medio del hueco o buche de ella, hay levantada una figura de un hombre a caballo, vestido de ropas e insignias reales, teniéndose por relación y tradición que fue del propio rey Carlo—Magno. Guardan también en el mismo lugar una pieza o bulto de plata, imagen de Nuestra Señora, sentada en una silla de majestad, con su benditísimo Hijo el niño Jesús sentado en su regazo. Dicen que Carlo-Magno en las peleas la traía sobre el arzón de su silla, etc. (Nota del autor). La mención de esta nota se refiere a Gerónimo Pujades, Crónica universal del Principado de Cataluña, escrita a principios del siglo XVII. Barcelona, José Torner, 1829.
[6] Por harén.
[7] Fiesta o campo de mayo. En Alemania, como no se conoce la primavera hasta el mayo, se celebra la entrada de este mes con diversiones en el campo, costumbre que antiguamente se hacía disponiendo fiestas de armas, por el estilo de las que en España llamábamos de correr cañas. (Nota del autor).
[8] Arnau de Cartellà. Según cuenta la leyenda, el caballero corre en auxilio del emperador, perseguido por los musulmanes, pero no puede entrar en el castillo porque el puente levadizo está levantado. Entonces acude a la Virgen de la Esperanza haciéndole promesa de erigirle una capilla si lo salva de aquel peligro. De pronto, su caballo da un gran salto y atraviesa el foso del castillo. El caballero hará construir la capilla en honor a Santa María de la Esperanza, donde el caballo aterrizó.
[9] Unguela. Palabra lemosina, que significa señera o pendón colorado. (Nota del autor).
[10] En lo any de Cristo 778 tenin lo rey Cárles Magnes asetiada la ciutat de Gerona, vench en son estoll un caballer quis deia Arnault de Cartellí, qui era señor dels castells de las montanyas del Geronés y capitá del cristians de aquellas montanyas, y aportaba una señera de aquella ab tres billets de argent y guanyada per aquell emperador la ciutat confirmá y fon donació al dit capitá Arnault de Cartellá de sos castells, y donáli per armas, que sus la primera billeta posás Ave María, y sus la segona Gratia plena, y sus la tercera Dominus tecum, de lletras de asur. Consta todo esto por la escritura que de ello dejó el abad Rodolfo, que autenticada por Bernardo de Vica, notario público de Gerona en los idus de mayo de 1240, se halla en el archivo del obispo de Gerona en el libro de las confesiones o cabrevaciones por los de la casa de Cartellá, barones de Folgons, hechas a la Sede Episcopal, de los diezmos de la parroquia de Gronollers Folgons y otras partes, etc. Pujades. libro VIII. cap. XX. pág. 223. (Nota del autor). En Cataluña, la cabrevación es el derecho que corresponde al dueño del dominio directo de una finca cedida a censo enfitéutico, como reconocimiento de señorío. Se anotaba en los libros denominados de capbreu. (Panhispánico, RAE)
[11] Ofreceréis conmigo a la cruz santa, nuestra guía y patrona. — Se refiere a la Virgen de que se habla en la nota 5, y que se supone ofrecida después a la catedral por Carlo-Magno. (Nota del autor).
[12] Grabando de tal modo su gran nombre que ya jamás se extinga en esta marca. — Pujades en el lib. VIII. cap. XI. pág. 183 hace mención de cierta caja de madera en la que 700 años después de la conquista de Gerona, se encontró una hostia consagrada que había escondido en ella Carlo-Magno. (Nota del autor).
[13] Se veía caer una lluvia de sangre. —Feliu de la Peña, Pujades, y otros refieren este milagro, porque nada tiene de extraño si se atiende a que es posible que haya lluvias coloradas, como ha sucedido muchas veces en Alemania, Brixia y otras partes, según dicen los mismos historiadores. (Nota del autor).
[14] Porque prefiero ser antes rey muerto, que vasallo con vida. —Rogado Mahomet por los de Carlos, todavía no quiso desamparar la ciudad preciando ser Rey muerto, que un grande soldado vivo. Fue preso el triste Mahomet Rey de Gerona, y presentado al rey Carlo-Magno, que lo recibió con la clemencia y buen trato, que tan cortés y benigno príncipe solía usar con los vencidos. Pujades. ib. VIII. cap. XXIII. pág. 236. (Nota del autor).
[15] El autor remite a la nota 12.