DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

Memorias históricas de la ciudad de Zamora, su provincia y obispado, Volúmenes 3-4, Estab. tip. de los los sucesores de Rivadeneyra, 1883, pp. 150.153.

Acontecimientos
Milagro
Personajes
Fray Ruperto
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LOCALIZACIÓN

CATEDRAL DE ZAMORA, ESPAÑA

Valoración Media: / 5

La cruz de carne

 

En la iglesia de la catedral de Zamora existe un cuadro al lado del Evangelio del altar llamado de la Cruz, con esta leyenda:

 «En el principio del siglo XIV padeció la nobilísima ciudad de Zamora con toda la tierra de Castilla la Vieja, una peste general que acabó con la mayor parte de sus moradores. A las súplicas y lágrimas del venerable Fr. Ruperto, monje benedictino de San Miguel, mitigó el Señor su enojo. En prueba de haber sido oída su oración, vino un ángel y entregó a este caritativo monje una cruz de carne, diciendo: Accipe signum salute[1]. Esta dádiva del cielo aseguró al venerable, que mientras se conservase la cruz y la devoción de sus adoradores, no volverían a padecer semejante peste el pueblo y comarca por quien había suplicado.»

En una estampa grabada por D. Guillermo Orejón, sin expresar el año, que representa al benedictino Ruperto en el acto de recibir la cruz de manos del ángel, se lee igualmente:

A ruegos de este venerable consoló el Señor a la ciudad de Zamora y su comarca, afligida de peste, enviando un ángel con una cruz de carne, en señal de salud para toda aquella tierra. Rojas Villaldrando dice a este propósito[1]:

«En el convento de San Benito de Zamora, que es extramuros, entre otras cosas notables que tiene, es una singular de grande admiración y estima, que es una cruz de carne del tamaño de una hostia pequeña con que se celebra, y de grueso como medio dedo meñique, y los brazos de cada una de las cuatro partes son iguales: está la carne cecinada, el color leonado, envuelta y cosida en un liencecico antiguo, pasado por algunas partes (al parecer) de sangre. Es tradición que siendo este convento priorato de Francia, y estando donde era la parroquia de San Miguel intramuros, un monje benito, llamado Fr. Roberto, gran siervo de Dios, se puso en oración cabe un olivo de la huerta, y allí le envió el cielo estas prendas de la gloria que le tenía aparejada, y cayó delante de él. La demasiada antigüedad, la poca diligencia de aquellos tiempos y el haberse quemado los archivos, no dan lugar a saber en qué año sucedió lo dicho.

Conservóse la cruz en la iglesia de San Miguel hasta el año de 1588, en que los monjes pensaron pasarla sigilosamente al monasterio de San Benito el Real de Valladolid, al derribar por ruinosa la dicha iglesia; pero la noticia llegó al Regimiento de Zamora, que tuvo por escandalosa y mal hecha la intención, y en acuerdo de Ayuntamiento determinó nombrar comisarios que hablaron al Obispo y al Abad del monasterio, en el concepto de que si no bastaban las gestiones oficiosas, se haría fuerza para que la reliquia no saliera de la ciudad, y se pediría  en justicia. El primero no se manifestó dispuesto a complacer a los monjes, y el Abad en un principio contestó que la santa cruz era propiedad del convento, -152- que a su arbitrio podía disponer de ella; mas luego se vio obligado a relegar las exigencias y decir, por excusa, que en vista de la poca decencia con que la cruz estaba en la iglesia de San Miguel, la había pasado al convento, y allí se haría una cabaña sobre la custodia del altar mayor,  verificando la traslación con toda solemnidad tan luego se terminara la obra. Que para la fiesta y procesión invitaría a la ciudad,  admitiendo que el monasterio había conseguido bula de Su Santidad para guardar la cruz, sin que nadie perturbara  su posesión.[2]

Frustrada con esto la traslación a Valladolid, accedió a todo lo demás el Regimiento, asistiendo a la fiesta; más para prevenir otros intentos, obligó al monasterio a hacer concordia y asiento en escritura que se otorgó el 12 de Noviembre de 1599.

En 1607 solicitó el Abad de San Benito autorización e intervención del Ayuntamiento para sacar a luz y mostrar, quitado el engaste, la santísima cruz de carne, rogando acudiera la Ciudad en forma a la fiesta, exposición pública y procesión, a fin de que por nadie se dudara de que bajo aquel engaste antiguo se hallaba la especie de carne, con lo que se aumentaría la devoción y frecuencia de los fieles. La muestra se verificó, como se pedía, en la fiesta del 3 de Mayo, con procesión muy -153- solemne, a que concurrieron todas las cofradías con las autoridades y religiones, y se repitió en 1608, con motivo del jubileo plenísimo concedido por Su Santidad, y en 1748 al inaugurar un altar nuevo en la iglesia del convento.

Corre entre el pueblo la tradición de un clérigo incrédulo que en el acto de la adoración quiso experimentar la materia y clavó en la cruz un alfiler de que iba provisto.  Un chorro de sangre que saltó de la herida le dejó ciego instantáneamente.

Durante la epidemia colérica de 1834 se sacó la cruz del monasterio de San Benito en solemne procesión y rogativa, a que asistió la Ciudad con todas las corporaciones, por dos veces, y al año siguiente, suprimidas las Órdenes monásticas, fue trasladada en devota procesión a la catedral, donde permanece.

 

 

FUENTE

Fernández Duro, Cesáreo. Memorias históricas de la ciudad de Zamora, su provincia y obispado, Volúmenes 3-4, Estab. tip. de los los sucesores de Rivadeneyra, 1883, pp. 150.153.

 

Edición. Ana Mº Gómez-Elegido Centeno

 

[1] En El Buen repúblico. (Nota del autor)

[2] Cerca de la Puerta Nueva hay en la muralla una piedra grande, señalada con cruz, corriendo entre el vulgo la conseja de que al sacar clandestinamente la de Carne los monjes de San Benito, se volvió milagrosamente por sí sola a la ciudad, atravesando la muralla por aquel sitio.