La bordadora de Granada
¿Es posible que te abraces
A las cortezas de un robre,
Y dejes el árbol tuyo
Desnudo de fruta y flores?
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Alá permita, enemiga,
Que te aborrezca y lo adores.
Pérez De Hita.
ADVERTENCIA.
Cuando yo estaba en Granada arrastrando bayetas, la buena mujer que me cuidaba la ropa, me contaba que la reina Isabel era muy aficionada a buñuelos. Hallándose poniendo el cerco a Granada, en la ciudad de Santa Fe[1], fundada con este designio, supo que en una plazuela de Granada, llamada el Pilar del Toro[2], ponía su ambulante manufactura, una buñolera mora, que tenía unas manos divinas. Antójesele a la Reina Católica comer los productos de su industria, noticioso de lo cual Gonzalo de Córdoba, entró en medio del día por la puerta y calle de Elvira, vestido de moro y a caballo; llegó al Pilar del Toro: agarró a la buñolera por un brazo, la puso a las ancas, y partió a correr. Como el buñuelo no es un objeto muy a propósito para los adornos poéticos, he transformado a la buñolera en bordadora, y le he dado un granito de amor, que es ingrediente tan necesario en las aventuras de aquel siglo y de aquella escena.
-25-
I.
LA FUGA.
i.
Sobre la puerta de Elvira,
Está un moro de atalaya,
Que más que acechar, suspira
Clamando al cielo: "Mal haya
Rostro que tal pena inspira;
Que apena el bigote raya
Sobre mi labio, y ya el seno
Guarda de amor el veneno.
II.
"Mal haya el hora en que pudo
Domar mi suelto albedrío,
Plegando el vigor sañudo
Que animaba el pecho mío.
Pues ya ni hierro ni escudo
Sé empuñar con noble brío,
Cual antes, ni en la batalla
Mi valor ardiente estalla.
III.
"Quien tiene la culpa, gima
Cual yo de amor no pagado;
Deshecha la propia estima,
Y el corazón destrozado."
Causaba este mal Celima,
Mora diestra en el bordado,
Que al vivo imita en labores
Bellas, pájaros y flores- -26-
IV.
Junto a la puerta de Elvira
Vive Celima, y el Moro
Las miradas no retira,
De donde está su tesoro.
"En esos muros respira"
Dice, "la beldad que adoro"
Y en ellos fija abatido,
Las miradas y el sentido.
V.
Dan en la torre de Vela[3],
Con golpes lentos las doce.
Tal vapor la noche vela,
Que ni un bulto se conoce.
Un jinete con cautela
Por el Triunfo[4] va veloce,
Y a la puerta de Celima
Detiene el paso, y se arrima.
VI.
De celos entonce herido,
La atalaya el Moro deja;
Baja airado y confundido,
Y agudo puñal maneja.
Llegando al umbral querido,
Ve un potro, atado a la reja,
Y furibundo promete
Quitar la vida al jinete. -27-
VII.
Todo es silencio y reposo.
Grato perfume el ambiente
Despide, y el cielo umbroso
Ni un leve rayo consiente
De estrella alguna. Medroso
Ya cual gamo, o ya valiente
Cual tigre herido, el amante
Se detiene vacilante.
VIII.
Entre abierto ve el postigo
De la que adora, y sospecha
Que algún venturoso amigo
En blandos lazos la estrecha.
Pone al cielo por testigo
De su injuria, y ya deshecha
El alma en furor y enojo,
No halla obstáculo su arrojo.
IX.
La puerta empuja y la huella
Dentro pone, cuando ufano
Sale con Celima bella,
Guerrero altivo. En su mano,
Luce la pura centella
De un estoque toledano.
Un alquicel[5] verde y plata,
Su rostro y pecho recata,
X.
Y al verlo, su mente embarga
Ciego furor. Le arremete,
Y atroz golpe le descarga
Con el puñal de Albacete.
Pero tanto el cuerpo alarga,
Y tanto el odio somete
Su razón, que el mal seguro
Golpe descarga en el muro.
XI.
El ofendido guerrero,
Rápido se precipita
Con el esgrimido acero,
Sobre el audaz que medita
Su muerte. De un tajo fiero
Aliento y amor le quita.
Monta veloz, y la grupa
Trémula Celima ocupa. -28-
XII.
Con los brazos se afianza,
Ciñendo el cuerpo al valiente,
Que ya encierra su esperanza.
¡Mísera! que al inocente
Niega su amor, y se lanza,
Tan linda como imprudente,
Al que la roba y engaña;
Y es un adalid de España.
XIII.
El gran Capitán Gonzalo,
Que hace días se desvela
Por llevar este regalo
A la inmortal Isabela.
Terror del Moro y del Galo
Su nombre fue: pero anhela,
Más que belicosa fama,
Servir a una ilustre dama.
XIV.
De la diestra bordadora,
Noticia Isabel tenía.
Quiso que fuese la Mora,
Dama de su compañía.
El Gran Capitán no ignora
Tal deseo. Su osadía,
Que ningún rival empaña,
Lo induce a tentar la hazaña,
XV.
Un esclavo cauteloso,
Lleva a Celima un billete,
En que su afecto ardoroso,
Oculto amante promete.
Con el mensaje engañoso,
Va también un brazalete,
Y un collar de oro bruñido,
De ricas perlas guarnido. -29-
XVI.
Por el don, la dama infiere,
(Que un don los montes allana)
Que el amante que la quiere,
No es de clase humilde y llana.
Y ya el corazón le hiere
No amor, si soberbia vana,
Que con potente atractivo,
Dobla su rigor esquivo.
XVII.
Responde al billete, y jura
Fe que con bronce compita.
Y así a Gonzalo asegura
La proeza que medita.
De nuevo escribe, y procura
De noche amorosa cita,
Con tan ardiente eficacia,
Que al punto obtuvo la gracia.
XVIII.
Y en esta cita, la Mora
Mudó de asilo y de suerte,
Y el infeliz que la adora,
Recibe temprana muerte.
Ciega ambición, quien ignora
Tus dones, pueda acogerte,
Para hallar en tu servicio,
Negro y hondo precipicio. -30-
II.
LA CORTE.
i.
En un eminente estrado,
Que en nácar y en oro brilla
Sobre un cojín de brocado,
Está Isabel de Castilla.
El Rey en pie está a su lado,
Y en frente, vasta cuadrilla
De adalides e infanzones,
Que defienden sus pendones.
II.
Hernán Cortés, extremeño,
Gallardo joven de brío,
Que ya en militar empeño
Derramó de sangre un río.
Manrique, de Lara dueño,
Que en el sazonado estío
De la edad, luce en la tierra,
Sabio en paz, temible en guerra.
III.
Los Silvas y los Farfanes,
Los Méndez, y los Tendillas,
A cuyos duros afanes,
Deben su prez[6] las Castillas;
Con otros muchos galanes,
Que en amores y en rencillas,
En lides y galanteos,
Ganaron muchos trofeos. -31-
IV.
A un lado del aposento,
Está un genovés piloto,
Que con osado ardimiento,
Ofrece imperio remoto.
Las furias del elemento,
No pueden servir de coto.
A su meditar profundo;
Mas ofrece —un Nuevo Mundo,
v.
En este grupo de gente,
Noble, ardorosa, esforzada,
Fija el mundo atentamente,
De Norte a Sur la mirada.
Que la raza de Occidente,
Largo tiempo esclavizada
Por Musulmana bandera,
De allí su salud espera,
VI.
Santa-Fe encierra en sus muros
Germen de sucesos grandes;
De hoy más no estarán seguros
Cerdeña, Milán, ni Flandes.
Allí están los hombres duros
Que alcanzarán de los Andes
Las cimas, fijando en ellas,
De hispano poder las huellas,
VII.
Allí, los que la rudeza
De tosca y áspera gente,
Tornarán en gentileza,
Con habla dulce, elocuente.
Y la gótica aspereza,
Desarrugada la frente,
Se humillará a la dulzura
Del saber y la cultura. -32-
VIII.
Una dama es quien fomenta
Con su voz y su mirada,
Tal porvenir; quien sustenta
La contienda ensangrentada,
Ultimo golpe a la afrenta
De Iberia; quien adorada
Por invencibles guerreros,
Da el impulso a sus aceros.
IX.
Ella en Madrigal empieza
Aún niña, sin enseñanza,
A recorrer con grandeza,
Vida llena de esperanza.
Ciñe audaz en su cabeza,
Rica diadema, que lanza
Fulgores resplandecientes,
A tres naciones potentes,
X.
De Gibraltar al Pirene,
Del Guadiana a Valencia,
Con fuerte mano sostiene
Segura la vasta herencia.
Mas, cual valladar, detiene
Su gloriosa prepotencia,
La morada peregrina,
Donde el rey Zagal[7] domina.
XI.
Solo a domeñar aspira
Aquel albergue postrero
Del Musulmán, que en él mira
Nublado el puro lucero
De su fama. No respira
Ya sino furor guerrero.
Su divisa es—o ser nada,
O ser Reina de Granada. -33-
XII.
"Nobles infanzones," clama,
Con eco grave y benigno,
"Si bravo aliento os inflama,
De sangre española digno,
Tiempo es ya de que la fama,
Borre ese baldón indigno,
Que el nombre español afea;
Libre al cabo España sea.
XIII.
"En las fieras Alpujarras,
Tremolan ya sin mancilla,
Las aragonesas barras,
Con el León de Castilla.
Tiempo es ya que de las garras
De musulmana gavilla,
Granada y su muro fuerte
Vuestro heroico ardor liberte.
XIV.
"Gonzalo Fernández diga
Su parecer, ya que muestra
Tanto en bélica fatiga,
Seso firme y mano diestra."
Callan en la turba amiga
Todos; mirada siniestra
Despide que la ira exalta;
"¡Qué !" dice, "-¿ Gonzalo falta?"
XV.
"No falta," dice un guerrero,
Que entra de pronto en la sala;
"No falta quien con su acero,
Su fidelidad señala.
La mano que al Moro fiero
Tropas y campiñas tala,
Conduce a la Bordadora,
Que vos quisisteis, Señora." -34-
XVI.
Isabel torna risueña
Los ojos al que esforzado,
En tal peligro se empeña;
Tal empresa ha consumado.
Compasiva y alhagüeña,
Depone su gesto airado,
Dando la mano a Celima,
Que ya el temor desanima.
XVII.
Ella, infeliz, reconoce,
Tarde la impía acechanza,
Mientra al corazón, veloce
Cruda flecha el amor lanza.
En vez del mentido goce,
Que le ofreció la esperanza,
Se ve, por mano proterva,[8]
Vendida, engañada, sierva.
XvIII.
Despecho y amor unidos,
Abrénle profunda llaga
Que encadena sus sentidos,
Y apresura muerte aciaga.
Por los bosques escondidos,
Sola y afligida vaga,
Cual corza a quien parte el seno,
Dardo teñido en veneno.
XIX.
Si con Gonzalo se encuentra,
Baja confusa los ojos,
Y su dolor reconcentra,
Y reprime sus enojos.
La voz se le añuda, y mientras
Se cubre de visos rojos
Su faz, la infelice Mora,
Baldón y afrenta devora. -35-
XX.
Como en el limbo oloroso
De tierna flor, el gusano
Labra el nido, silencioso,
Y el jugo puro y liviano,
Consume voraz y ansioso,
Hasta que el color lozano
Se borra, y el tallo erguido
Queda flojo y abatido:
XXI.
Tal la pasión comprimida,
Labra en Celima dolencia,
Que de la temprana vida,
Devora la grata esencia.
Y al cabo, desfallecida,
Victima de la violencia
De amor, a la tumba baja,
Sin saberlo quien la ultraja.
XXII.
Que él, de combates sediento,
Ciego al peligro se arroja,
Y audace, del alto asiento,
La raza alarbe [9]despoja.
Mas tarde, rayo violento,
Verterá corriente roja
Su victoriosa cuchilla,
Donde Parténope[10] brilla.
XXIII.
Hasta que un duro mandato,
Vengando el mal de Celima
Con enemigo conato,
Del guerrero el pecho oprima.
No faltará quien ingrato,
Mal rey, falso amigo, imprima,
Pagando servicios fieles,
Torpe mancha en sus laureles.
J. J. DE MORA.
José Joaquín de Mora, “La bordadora de Granada”, Leyendas españolas, C. y H. Senior, 1840, pp.24-35.
Edición: Pilar Vega Rodríguez
[1] Santa Fe de la Vega de Granada, allí se firmaron las capitulaciones con Cristóbal Colón sobre las condiciones de la expedición a América, el l 17 de abril de 1492. Se fundó como campamento militar en 1483.
[2] Obra de Diego de Siloé y que se utilizaba como abrevadero para los animales.
[3] También llamada Puerta del Sol en el siglo XVI. Punto de acceso a la alcazaba.
[4] Jardines el Triunfo, que en la época mora eran un cementerio
[5] Alquicel: 1. m. Vestidura morisca a modo de capa, comúnmente blanca y de lana. (Diccionario de la lengua española, RAE).
[7] Llamado El Zagal (valiente) por los cristianos; Mohammad XIII, emir de Granada.
[8] Proterva: 1. adj. Perverso, obstinado en la maldad. U. t. c. s. (Diccionario de la lengua española, RAE).
[9] Alarbe: inculta
[10] Parténope: nombre de la primera fundación de la ciudad de Nápoles.