La Virgen de Belén
I
Así como la vista repele injustamente las opas ribeteadas de morado, de verde y de rojo de los portacirios de las hermandades religiosas existentes en la ciudad de Toledo, nominadas La Santa Vera-Cruz y Santísimo Cristo de las Aguas, La Paz y Caridad y La Sangre de Cristo, – por ser reminiscencia inquisitorial – así también causa respeto, o mejor dicho, temor, la imagen sagrada de la Virgen María puesta a la veneración pública, en un muro de la casa ángulo de las calles a que la efigie da nombre y la del Comercio.
Si extraño e inculto es lo primero, más todavía es lo segundo; porque en este particular, como es frecuente en otras cosas, se repugna por nuestros contemporáneos lo que en absoluto se desconoce, basando su rutinario y empírico parecer en equívocas afirmaciones que han meditado muy poco seguramente, o tal vez nada.
II
Es la imagen antedicha para muchos, un talismán de fatídicos recuerdos, un faro luctuoso, una aparición diabólica, permítasenos la frase, con todos los ribetes de santa: así la considera la leyenda del pueblo por tan fantásticas narraciones como de ella tiene aprendidas.
Unos dicen que por no saludar a esta efigie yendo distraído un transeúnte, fue ahorcado en Zocodover al siguiente día: otros, que habiendo faltado una noche la luz del farolillo de la mismo, se apoderaron a los pocos días de la ciudad los franceses; no pocos suman a los datos expuestos que habían observado en noches de borrasca atmosférica, seres ignotos en derredor de la hornacina católica, verificando acompasados movimientos que indicaban repugnantes soñadas aventuras.
Tamañas exageraciones e inexactitudes ha debido ya desvanecer la civilización, pero… no: hay creencias y aberraciones intelectuales que nada basta en la haz de la tierra para hacerlas desaparecer. Son patrimonio eterno de pobres de espíritu, alucinados y crédulos, convecinos de la imbecilidad o la locura.
Lo único admisible que en la leyenda existe, es el haber servido el retablo e imagen de Nuestra Señora de Belén, de altar de oración postrera a los sentenciados que al antiguo mercado de Toledo se llevaban en olvidados tiempos para hacerlos expiar sus delitos –o sus virtudes – bien bajo la acción del indiferente ejecutor de la justicia, bien merced al pesado plomo del primitivo fusil.
III
La leyenda referente a tan santa imagen, queda por el suelo con la transcripción íntegra del manuscrito que en su reverso se halla adherido, quien revela que la fe de nuestros mayores para excitar la devoción, y alumbrar sitio tan céntrico en Toledo como el en que se halla colocada la Señora, fueron los móviles únicos que hicieron trasladarla desde la parroquia donde se veneraba. Dice así: «En 17 de Febrero de 1742 se colocó a Ntra. Sra. de Belén a su nuevo adorno de Yesería con anillo ovalado y chapitel: fueron los maestros de la Yesería Lorenzo de Cobos y Josef Diaz. Hizo el Chapitel Josef Montoya y los remates veleta y cruz Pedro Garóz: Era mancebo mayor de la tienda del Sr D. Pedro Nicolas de Frutos, Martin de Herrera.
Se trajo Ntra.Sra. en Rosario desde la Parroquial de S. Justo y Pastor, fue el dicho Rosario por el Ayuntamiento, S. Juan Bautista, calle de Jardines, calle del Refugio y Silleria, Plaza de Zocodover hasta el sitio del adorno que hoy está en el machon que hace esquina a dicha tienda de D. Pedro Nicolas de Frutos. Vino dicho Rosario con musica. Acabada de colocar a S. Md se dispuso una grande polvora desde una de las ventanas de la casa que hace esquina de Zocodover que vivia un confitero, y los toros de Polmera y benceones en dicha Plaza, costeó la obra la devoción de la Virgen, y fue una función muy clasica »
El retablo e imagen han sido respetados aun reformada la calle de Belén, quedando ambos a despecho de la inverosímil leyenda, en el lugar que católicos fervientes embellecieron.
Editado por Christelle Schreiber-Di Cesare