DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

Folk-lore español. Biblioteca de las tradiciones populares españoles, Sevilla, Francisco Álvarez y ca., 1883-86. pp. 44-45.

Acontecimientos
Alfonso VI pone el apodo de "gatos" a los madrileños
Personajes
Alfonso VI
Enlaces

LOCALIZACIÓN

MADRID

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[Los gatos de Madrid]

Los habitantes de Madrid son llamados gatos por sus detractores: ellos se hacen un título de honor de este dicterio, y tienen para explicarlo una curiosa tradición.

En el reinado de Alfonso VI, en una de las muchas conquistas de este rey, una vez que deseaba rendir una importante fortaleza, acudió a ella con cuanta gente pudo allegar, y sólo los madrileños faltaban, retrasados por imprevista circunstancia que la conseja no se para a referir. El rey estaba furioso por la tardanza, y ya era cerca de la noche víspera del asalto cuando los madrileños se presentaron a engrosar su ejército. Acercóse al monarca el que los mandaba y le pidió alojamiento para los suyos en el campo; pero el rey, que estaba de muy mal humor, le dijo que ya no tenía alojamiento para él, y señalando el castillo o fortaleza que iban a atacar pocas horas después, le dijo:

— Allí hay alojamiento para los que tan tarde se presentan en el campo.

Saludóle muy cortésmente el jefe de los soldados madrileños, que comprendió la indirecta, y yéndose para los suyos les contó lo que el rey le había dicho, añadiendo en su arenga que era preciso procurarse alojamiento para aquella noche y buscarle en la fortaleza enemiga; después de lo cual se fue muy decidido a ella, seguido de todos los suyos, que llegados al foso, empezaron el asalto sumamente difícil,  —45— por estar la fortaleza cortada a pico  pero tal maña se dieron y tal coraje tenían, que trepaban por las muros agarrándose a las más leves desigualdades de las piedras. El rey, que acudió a presenciar el ataque, muy gozoso con lo que pasaba, estaba mirando a sus leales madrileños cómo subían por las escalas con gran arrojo y no pequeña mortandad, y volviéndose a uno que le acompañaba le decía:

— Miradlos, miradlos cómo suben, ¡parecen gatos!

Envió refuerzos a poco, y la fortaleza se tomó en seguida, y aquella noche se alojaron ya en ella los madrileños, a quienes el rey dio por buenos, olvidando en seguida su enojo, y antes, por el contrario, muy satisfecho del efecto que había producido.

Desde entonces son llamados gatos los naturales de Madrid.