La conversión del moro Tocón (siglo XII – Daroca)
Tras la reconquista de Sarakusta por Alfonso I el Batallador, pasó a poder de los cristianos aragoneses un importante número de poblaciones, entre las que se encontraban Daroca y las aldeas aledañas de su término. Entre éstas se hallaba el cercano pueblecito de Langa, habitado tras la reconquista por mudéjares que se entregaron fundamentalmente al cultivo de la tierra y al pastoreo de unas cuantas ovejas. De entre esos mudéjares, la providencia dispuso que uno, conocido por el nombre de Tocón, pasara a la posteridad.
Por aquel entonces, aparte de la guerra abierta y permanente entre musulmanes y cristianos, cuyo escenario principal se había desplazado hacia el sur y el levante, en el reino aragonés fueron habituales y constantes las rencillas y los enfrentamientos entre los propios seniores o nobles cristianos, conflictos que muchas veces tuvo que cortar de raíz el propio monarca.
Así es que, poco tiempo después de la reconquista de Daroca y su término, tuvo lugar una de estas sangrientas disputas y uno de los nobles, acosado por los hombres armados de su rival, fue a refugiarse en una pequeña ermita que, levantada en medio del monte, estaba dedicada a la Virgen. De nada le sirvió al fugitivo acogerse a este recinto sagrado, de modo que fue asesinado y su cuerpo sin vida abandonado.
La imagen de Nuestra Señora, al ver profanada su propia mansión, decidió dejar el templo profanado y fue a buscar cobijo en una humilde cabaña propiedad de un moro de Langa llamado Tocón, un hombre de recta e intachable conducta aunque su Dios fuera otro que el de los cristianos que se mataban de manera tan ignominiosa.
Los cristianos de Langa, ahora dominadores, no podían consentir que la imagen continuara en poder de Tocón, un moro en definitiva, y arrebatándosela la depositaron en la nueva iglesia del pueblo, mientras levantaban una ermita en el lugar donde la Virgen había elegido cobijo. El moro Tocón, sintiéndose llamado por aquella señal del cielo, se convirtió al cristianismo y se hizo bautizar, y la Virgen que le distinguiera con su elección recibió desde entonces el nombre de Nuestra Señora de Tocón, denominación por la que todavía se le conoce.
Editado por Christelle Schreiber – Di Cesare