Jaime I y Nuestra Señora de la Silla
(siglo XIII. Lagueruela)
La reconquista de la importante plaza musulmana de Valencia, tan costosa en todos los sentidos, colmó, aunque por poco tiempo, las ansias reconquistadoras del rey Jaime I el Conquistador, que apenas si se tomó un respiro en su lucha contra los agarenos.
Lo cierto es que, una vez recobrada Valencia y su tierra de manos de los musulmanes, permaneció allí un cierto tiempo que dedicó a diseñar su defensa, a trazar el plan a seguir para la ocupación y explotación del nuevo territorio y a ordenar las medidas encaminadas al buen gobierno de las tierras ocupadas. Cuando hubo llevado a cabo todo esto, Jaime I el Conquistador pensó en regresar hacia sus tierras aragonesas donde varios asuntos importantes requerían su presencia y actuación.
Durante el regreso hacia Zaragoza, tal como solía hacer siempre que iba de camino, llevaba consigo, acomodada con mimo y esmero en la silla de su cabalgadura, una imagen no muy grande de la Virgen, a la que es bien sabido cómo el rey aragonés profesaba una gran devoción y a cuya ayuda y amparo decía deberle la reconquista de tres reinos ganados a los musulmanes en más de treinta batallas campales.
Tras algunas jornadas de andadura por las altas tierras turolenses, al llegar con sus huestes y séquito a la altura de Bea y Lagueruela, fue acogido con grandes muestras de respeto y cariño por los pobladores de ambos lugares, de modo que se vio obligado, ante el calor demostrado por aquéllos, a hacer un alto en el camino.
Agradecido por las atenciones y agasajos recibidos, decidió regalarles la imagen que llevaba acomodada en la silla de su caballo y que tanto estimaba. Sus súbditos de Bea y Lagueruela, sumamente agradecidos y emocionados por el rasgo del monarca, prometieron que la convertirían en adelante en su guía y patrona, dándole el nombre de Nuestra Señora de la Silla, en recuerdo de tan original capilla andante.
Editado por Christelle Schreiber – Di Cesare