El caudillo de los cien paladines
El nombre de Cienfuegos, que lleva un lugar y una noble familia en el territorio que acaba de mencionarse [Quirós], recuerda un hecho notable. García González de Quirós, uno de los más esforzados caballeros de que se envanece Asturias, se vio cierta noche rodeado de gran muchedumbre de moros, en momento que no podía oponerles más que cien paladines que le seguían. Debiendo, pues, combinar la astucia con el valor, usó del artificio de hacerles empuñar sendas teas encendidas, con lo que hizo presa de las llamas el real de los infieles, e introdujo en estos tal confusión y desorden, que unos se despeñaron por el monte de Lindes, y otros encontraron la muerte en las valientes espadas de García y sus compañeros. Una ermita dedicada a San Pelayo, que se alza aun hoy en aquel sitio, y el apellido de Cienfuegos que distinguió a hombres célebres en las armas y en las letras, testifican la hazaña del valeroso caudillo.
Los trovadores cantaron en su loor:
Quien los Cienfuegos fizo facer
A cien caballeros solos que tenía
A diez mil moros de la Berbería
Fizo las armas y vida perder