[EL CASO DEL SENTENCIADO].
Habiendo sido sentenciado a muerte un malhechor por sus graves y atroces delitos, llegado el día de la ejecución iba por el tránsito repitiendo en altas voces que el rey Don Pedro le había perdonado, y que no se quería obedecer la orden: esto lo había repetido también en la cárcel.
Cuando ya iba a pasar por la puerta llamada de Jerez, pues, la horca estaba en Tablada, volvió a repetir con dobles clamores sus gritos de perdón.
Viendo los ministros de la justicia la sensación que hacían en los circunstantes aquellas voces, pasaron a darle cuenta al juez y este al rey y mientras estuvo parado el reo D. Pedro contestó que no había concedido tal perdón, y mucho menos a aquel hombre tan delincuente; mandó que al punto se ejecutase la sentencia de muerte, pues que aquello no era más que estratagema para librarse de ella.
Salieron los ministros del Alcázar con la orden de ejecución, y antes de salir se les mandó volver a presencia del rey, que les dijo:
—Ese hombre ha dicho que le he perdonado, y en toda Sevilla corre publicado que yo le he perdonado; pero menos la voz; ciertamente que no lo he perdonado, pero menos inconveniente veo en mandarlo perdonar que no que haya uno que presuma que el rey D. Pedro de Castilla no cumple su palabra. Id, y dejadle libre. Efectivamente, los ministros llegaron al sitio, publicaron el perdón del rey, y el reo quedó puesto en libertad.
FUENTE
Colón y Colón, J. “Tradiciones que hay en Sevilla del rey D. Pedro. Notificación de unas censuras”, Semanario Pintoresco Español, (Madrid) segunda serie, tomo III, 16/5/1841, n.º 20, página 5.