DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

Historia, tradiciones y leyendas de las imágenes de la Virgen. Impr. y Litografía de D. Juan José Martínez,1861. pp.195-196.

Acontecimientos
Hallazgo de una imagen milagrosa
Personajes
Pastor, imagen de la Virgen
Enlaces
Barrena, Anton Erkoreka. "Los relatos de milagro de la Virgen de Begoña en el siglo XVI." Zainak. Cuadernos de Antropología-Etnografía 18 (1999): 103-113.

LOCALIZACIÓN

SANTUARIO DE BEGOÑA

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Virgen de Begoña

La iglesia de Nuestra Señora de Begoña parece la fortaleza de la noble e invicta ciudad de Bilbao. Desde ella se descubre el más poético y pintoresco panorama del mundo. Desde allí se alcanza a ver la embocadura del Nervión y, más lejos, el océano con sus agitadas olas de un verde sombrío, que recibe en su seno las azuladas aguas del río: a corta distancia mira a sus pies la ciudad invicta. Tendiendo — 195 — la vista hacia ambos lados se ven las deliciosas y risueñas vegas de Abando y Begoña, divididas por el Nervión, con infinitos recodos. Al nivel del santuario se presentan las eminencias de Archanda, Berriz y Monte de Cabros, peñas cubiertas de frondosidad y de un verdor de variados matices: descuella a lo lejos el encrespado pico de Zarantes[1], gigantesco termómetro que al coronar de nieblas su elevada cima, anuncia a los marinos borrascas y tempestades. Hacia la espalda del santuario se divisa una gran cordillera de montañas hasta la famosa de Gorbeija[2], la pintoresca península de Echávarri y otras muchas colinas, cultivadas todas con el esmero de los agricultores vascongados.

Esta iglesia, consagrada a la Asunción de Nuestra Señora, es de gran antigüedad, y a la imagen que en ella se venera va unida una antigua y constante tradición  popular que explica su milagrosa invención y determina la causa del nombre que lleva.

En la colina donde hoy se levanta el santuario había en otro tiempo un poblado bosque de encinas, y en una de ellas apareció, aunque no se fija el siglo ni el año, una imagen de la Reina de los ángeles, oculta bajo la verde cortina de su espeso ramaje. Cuándo y cómo fue colocada allí no ha llegado a noticia de los hombres; pero transportada - 196 — de gozo la villa de Bilbao, acudió a adorarla y determinó erigirla un templo.

Opinaron unos porque la iglesia se levantase en el mismo sitio donde se hallaba arraigada la corpulenta encina que la había servido de trono, y otros porque se escogiese la cúspide de la montaña para que dominase todos los caseríos inmediatos. Prevaleció esta opinión y transportaron piadosamente, y con gran pompa, a santa imagen a una de las casas de un poderoso Señor de Bilbao, donde improvisaron una capilla. Comenzaron a juntar con notable celo materiales para la fábrica, pero al día siguiente encontraron que los materiales acopiados durante el día se encontraban trasladados por la noche alrededor de la encina, y que la misma Virgen abandonando la casa donde se la había depositado, había vuelto al sitio donde se la había encontrado.

La Reina de los ángeles había preferido la modesta sombra de sus encinas favoritas al lujo de la mansión del noble Señor de Vizcaya: se había vuelto al medio de la frescura de los bosques a gustar la paz de la soledad y las dulces emanaciones de sus flores silvestres. Casi todos los habitantes de Bilbao acudieron allí por la noche y la hallaron sobre la encina, más resplandeciente que la víspera. Postráronse de rodillas en un respetuoso silencio. Entonces se oyó que la prodigiosa imagen en voz clara decía: Bego-oña, en vascuence, que es traducido al castellano “estése el pie quedo”, con lo que dio manifiestamente a entender que no quería se la mudase del sitio en que se apareció.

Declarada la voluntad divina, al poco tiempo  se alzó una hermosa iglesia en el mismo sitio en donde se había encontrado la milagrosa imagen.

Los Señores de Vizcaya la enriquecieron con sus dones, el pueblo acudió con abundantes dádivas al mantenimiento de su culto, los reyes de Castilla la dotaron  magníficamente. La Virgen tomó el nombre de las palabras que había pronunciado; se llamó desde entonces la Virgen de Begoña, dándose también en este nombre a la jurisdicción en cuyo término se había aparecido.

Se destinaron al culto de este santuario de Nuestra Señora de Begoña, que desde el momento de su aparición fue proclamada Patrona de Bilbao, el prior y cabildo de las parroquias unidas de la villa. Solo a los sacerdotes se confió el cuidado de vestirla, y a ningún seglar, por alta y elevada que fuese su categoría, le era permitido tocar a la sagrada imagen. Ardían siempre delante de su altar noche y día multitud de lámparas de plata.

El rey de Castilla D. Juan I, hizo donación del patronato del célebre santuario de Nuestra Señora de Begoña con todo su territorio, en 1382, a D. Pedro Nuñez de Lara, conde de Mayorga, uno de los señores más poderosos de su reino.

Más de siglo y medio después de constituido este patronato, subsistió la imagen de la Virgen de Begoña en el primitivo templo que le había levantado a su aparición el religioso entusiasmo de los vizcaínos, hasta que en tiempo del emperador Carlos V, que tanto distinguió a los habitantes de Vizcaya, cuyos tercios tan poderosamente le ayudaron en sus gloriosas empresas en los diversos Estados de Europa, y que miraba a sus soldados como la flor de sus tropas, se amplió de nueva planta el santuario de Begoña, desde el año de 1519 al de 1558.

FUENTE

Muñoz Maldonado, José. Historia, tradiciones y leyendas de las imágenes de la Virgen. Impr. y Litografía de D. Juan José Martínez,1861. pp. 195-196.


[1] Sarantes

[2] Gorbea