Cristo del Otero
Llama la atención de cuantos vienen a Palencia la colina cónica y rara, que coronada por un original edificio de rústico aspecto, cierra el horizonte por la parte norte, detrás de la cual se alza otra un tanto parecida también y que tiene casi la misma altura. Creen muchos que es alguna vetusta fortificación y otros un palomar de grandes proporciones, formándose algunos la idea de que pueda ser una ermita. Ermita es en efecto, como lo fue la que se alzaba más allá, dedicada la primera santa a María del Otero, y a la que por venerarse en ella un Cristo milagroso, se llama vulgarmente Cristo del Otero; y la segunda a San Juan.
Constituyen estos montículos una gran masa de terreno calizo, cuajada de millones de ejemplares de yeso en flecha, o espejuelo, y es por consiguiente la obra constante de las aguas la que, habiendo partido en un principio la garganta que existe entre ambos, barrió poco a —173— poco desde las cumbres al pie las tierras, dándoles la forma actual, sobre cuyas caprichosas masas erigieron los palentinos las dos capillas, que a la novedad de su posición, reunieron desde principios de Ja edad media la importancia de la tradición milagrosa.
En la del Cristo del Otero se conserva la memoria del castigo que el Cielo impuso a los palentinos por haber apedreado al monje santo Toribio, que les exhortó a que abandonasen la errónea doctrina del herético Prisciliano, (año 530.) Sobrevino un verdadero diluvio, creció el Carrión, inundó la ancha vega, cubrió la ciudad y subieron sus embravecidas ondas. Hasta el pie de esta colina, donde hay un templetillo sostenido por cuatro pilastras, llamado El Humilladero. Detuvo entonces el santo con sus ruegos la cólera divina, y las aguas volvieron, a su ordinario cauce. Esto se cuenta.
Como recuerdo de esta tradición, aun va todos los años el ayuntamiento a la procesión y fiesta solemne que se celebran en honor de santo Toribio el día 17 de abril, acompañado del cabildo Catedral y muchas veces del Obispo; y desde aquella casita que se encuentra a la mitad de la subida apedrean a los muchachos y a los pobres tirándoles pan y queso.
FUENTE
Becerro de Bengoa, Ricardo. El libro de Palencia.Imp. de Hijos de Gutierrez, 1874.