Historia de Fres del Val
En cuanto a la historia de Fres del Val, que es lo que a usted importa, voy a contársela. Es breve, y es sencilla.
No tiene la resonancia de la de otros institutos de su índole y clase, y su origen no se envuelve, como otros, en las atrayentes nebulosidades de leyendas, tradiciones y consejas, que tanto realce y color les comunican. La casa religiosa de que nos ocupamos, tuvo origen conocido, vivió vida sana, modesta y apacible.
Parecía haberse ido a refugiar en aquel rincón de Castilla para ser más cenobio, para estar más recogida y recoleta— —103— para encontrarse más sola, para vivir más olvidada.
Se halla a seis kilómetros de Burgos, y a muy corta distancia del pueblo de Villatoro, en la comarca o región burgalesa llamada Gamonal, que toma nombre del pueblo así apellidado. ¡Qué infeliz pueblo el de Gamonal, o, mejor dicho, qué infeliz suerte la suya!
En antigüedad remota debió alcanzar poder y nombradía, hasta el punto de querer rivalizar con Burgos, pues consta en documentos fehacientes que, allá por el siglo xi, se pensó situar en él la sede episcopal, para lo que las infantas
de Castilla doña Urraca y doña Elvira, hijas de Fernando I el Magno, cedieron sus palacios y una iglesia, a sus expensas construida; y en nuestros tiempos, a principios de este siglo, hubo de pasar por la tristeza de ver cómo en sus —104— campos era derrotado por el francés el ejército español, allí enviado para resistir a los invasores de la patria.
Según la opinión más común, Fres del Val quiere decir fresno del valle. Y hay que advertir, por lo que luego indicaré a usted, que en documentos antiguos, cercanos a la fundación de este cenobio, se escribía Frex del Val. Hoy la x se ha sustituido por la s. También algunos reducen sus tres palabras a una sola, y lo llaman Fresdelval. Hay quien cree que puede provenir freires del val, es decir, hermanos, frailes del valle, y no falta quien supone que su nombre procede de fresno del valle.
La primera opinión es indudablemente la que acierta, sin que valga decir, como aseveran algunos, que no hay ningún fresno por aquellas cercanías.
Pudieron existir, si hoy no existen. —105—
Pero no, los hay, y allí, lozanos y frondosos, puede verlos el que visite las ruinas.
Y a más, voy a decir algo que no sé qué haya dicho nadie.
Frese, escrito con x, es el nombre que se da a Fres del Val en antiguos documentos.
Pues bien, Frex, con x, es fresno en catalán, como usted sabe.
Al llegar a este punto, si alguien, a más de usted recoge estas líneas, ya sé yo que exclamará en seguida:
—«¡Ah! Y a tenemos aquí al catalán. Mire usted que es empresa de ese santo varón la de querer encontrar nombres catalanes nada menos que en el mismo riñón de Castilla.»
Y a esto, yo podré contestar muy campechanamente:
—«Claro que sí, los busco en el riñón, y en el corazón de Castilla. Los busco, y, lo que es más, los encuentro.» —106—
Frex del Val, así escrito, es Fresno del Valle en catalán.
Pero, ¿cómo puede ser eso? me dirán.
¿Cómo y por dónde pudo venir aquí esa voz catalana?
¿Cómo? Como vinieron otras. Las de banda y de pineda, por ejemplo. Y cito estas dos, en medio de centenares de vocablos catalanes que usan los clásicos castellanos, porque estas dos las oí repetir muchas veces durante los breves días que estuve en Burgos. Banda en el sentido de lado, es decir de la banda de acá del río, de la banda de allá del monte, que es como se usa en Cataluña; y pineda, es decir, la sierra de Pineda, donde nace el Arlanzón y hay extensos pinares, pinedas, según decimos en catalán, y según me regocijé de oír que se decía en Burgos.
Así es cómo vinieron a Burgos estas —107— y otras voces catalanas: viniendo. Pero ¿por dónde vinieron?
¿Por dónde? Pues por la puerta del Pirineo, que es por la que entraron los trovadores y poetas lemosines que venían aquí a ser consejeros y ministros ele los reyes de Castilla, como el trovador Bonifacio Calvo lo fue de Alfonso X el Sabio. Los romeros que iban en peregrinación a Santiago, llegaban cantando himnos lemosines, y muchos cantares en esta dulce lengua debió oír y repercutir el arco bizantino que da sombra a la iglesia del Hospital del Rey. Los poetas, y no fueron pocos ciertamente, a quienes hospedó la corte de Castilla, en lemosín dirigían sus trovas y serventesios a damas, reyes y magnates, los cuales entonces entendían todos el lemosín, precisamente al revés de lo que ahora sucede.
Bien pudo ser que dejasen en Castilla —108— muchas palabras lemosinas con que ayudar a formar el castellano, algo inculto entonces todavía, y una de ellas fuese la de Frex, o fresno, que ha dado motivo a esta ligera disquisición.
Y no quiero discurrir más sobre este tema, aun cuando yo sé que usted gusta de ello, como de todo lo que hace pensar y aguza el entendimiento.
FUENTE
Víctor Balaguer. En Burgos. Recuerdos de esta ciudad insigne. El Progreso editorial, 1895.pp.102-108.