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Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación
La Alhambra. Relatos de Granada. Recuerdos de Andalucía, Barcelona. Narciso Ramírez y Rialp,1861.pp.437-441.
Acontecimientos
Muerte de Isabel a manos de Boabdil
Personajes
Boabdil, Isabel de Lara, Fernando Ponce de León
Enlaces
Villaespesa, Francisco. La torre de la cautiva: Novela inédita.[Por] Francisco Villaespesa.[Kopftitel]. Prensa Popular, 1921.

LOCALIZACIÓN

S/N

Valoración Media: / 5

La torre de la cautiva[1]

 

I.

 

Entre las muchas torres que embellecen el pintoresco contorno de la Alhambra, cual ceñidor de piedras preciosas el delicado talle de una hermosa coqueta, álzase una en el serpeado camino de Fuente-Peña, severa y maciza en su exterior, alegre, voluptuosa y afiligranada en el interior, ofreciendo uno de los tipos más puros de los tiempos medios. Los cien pies castellanos de altura que cuenta desde su arranque en el bosque, están compartidos en dos pisos, que, si bien son heterogéneos, están en armonía con las costumbres de un pueblo guerrero y voluptuoso.

El primero es una húmeda y oscura mazmorra, cuyas dos varas de pared no interrumpida por ventana ni respiradero exterior, imposibilitaban que se oyeran los ayes del desgraciado que la ocupase, condenándole a una noche eterna; y el segundo es un fastuoso salón, lleno de cincelados y lacerías. Aun cuando actualmente ha perdido su ensamblada techumbre, y se hallan inutilizados los más de sus primores por el bárbaro destrozo que sufrió la Alhambra al abandonarla el ejército francés en 1812, conserva todavía el carácter oriental que tanto brilla en Granada por el nuevo y exquisito rumbo que la dieron sus artistas.

 Pero si queremos añadir a la masa mutilada que nos resta, sus tres dobles ajimeces[2] calados de arriba abajo, su pavimento primitivo, la viveza de sus colores, sus ricos dorados, la suave luz debilitada por espesas y caprichosas —438— celosías, su surtidor en el centro refrescando el ambiente, sus mosaicos exquisitos, sus pintadas alcatifas[3], sus almohadones de damasco con bordados de plata y aljófar[4], y sus pebeteros[5] en los ángulos de la cuadra exhalando deliciosos perfumes; llegaremos a dar una idea del estado en que se hallaría esta torre en tiempo de Boabdelí[6], y de las bellezas del arte que el tiempo y la mano del hombre, más destructora que aquel, han hecho desaparecer. En cambio, de ello se conserva la mazmorra húmeda, fría y silenciosa, sin alteración ninguna, resistiendo todos los elementos de destrucción, y en su primitivo estado entre aquellas ruinas.  ¿Quién habitó esta torre? ¿Qué misteriosos acontecimientos tuvieron lugar en su salón y en su mazmorra? ¿Qué historia la dio el fatal nombre que conserva? He aquí sobre lo que dejaremos vagar nuestra imaginación.

 

II.

 

Acababa de subir al trono de Granada por medio de un motín causado por las tribus de los Zegríes y Gazules, el príncipe Abo-Abdelí[6], que destronó a su padre Muley Hacen[7], y para recompensar a sus parciales, dióles las alcaidías de sus torres y fortalezas a fin de tener gentes de su devoción en todos los puntos fortificados, y contentar la ambición de los walíes[8].

 Entre los poderosos jeques que habían promovido la insurrección, y habían ceñido la corona de Ben-Jusef[9] a las débiles sienes del nuevo monarca, se hallaba Mahomad-Bel-Abul, ilustre Zegrí, y uno de los más influyentes de la turbulenta tribu, cuya juventud se había pasado en los campos de batalla, endureciéndose con la sangre y el horror de los combates, adquiriendo un carácter seco, tiránico y vehemente, y haciéndose tan temible por sus hechos de armas, como por sus costumbres severas y despóticas.

Mahomad, que temía la influencia de las demás tribus, se hizo dar la torre de oriente inmediata al real palacio, a fin de vigilar la conducta del débil Boabdelí, o impedir que nada pudiese contrabalancear el dominio que ejercía sobre el ánimo de este; y se trasladó del palacio que tenía en la alcazaba[10], a su fortaleza, llevando los despojos que había ganado en las guerras con los cristianos de la frontera, y entre otros una esclava que había hecho en el rebato de Andújar, de maravillosa hermosura, de la que estaba ciegamente enamorado.

El feroz Mahomad, que había sido insensible a la belleza de las cien voluptuosas esclavas de Fez y Marruecos que poblaban su harem, y cuyo corazón no había palpitado más que en medio de las batallas, no pudo ver con indiferencia la severa hermosura de su esclava cristiana, y concibió una violenta pasión por primera vez en su vida.

Y en efecto, Isabel de Lara debía inspirarla a cuantos la mirasen: alta y delgada, con una frente tersa y pura coronada de cabellos rubios, cayendo en menudos y dorados rizos por el cuello, con unos ojos azules cuyo brillo se debilitaba por los prolongados párpados que sombreaban suavemente sus mejillas, con fina boca cuyos rosados labios dejaban entrever una blanquísima dentadura. — 439 — con un cuerpo flexible y perfectamente formado, con una mano cuyos afilados y transparentes dedos estrechaban convulsivamente el rosario de oro, agitada por el miedo y llorosa, enloqueció de tal modo al caudillo árabe y le inspiró tal respeto al mismo tiempo, que la hizo traer a su palacio de Granada con mil atenciones y miramientos, y procuró hacerla dividir su pasión manteniendo torneos en los que la declaró reina, corriendo cañas y bohordos[11][10], y satisfaciendo cuantos deseos podía adivinarla.

Pero en vano: Isabel no le amaba; su amor y su corazón los había entregado al joven Ponce de León, de quien era adorada, y eran inútiles cuantos esfuerzos hiciese Mahomad para interesarla.

Su profunda melancolía y la indiferencia con que escuchaba las ardientes palabras del jeque, llegaron a irritar a este, y resolvió trasladarla a su torre, en donde se propuso triunfar de su esquivez, de grado o por fuerza.

 

III.

 

— Es inútil, señor: en vano me suplicáis; nunca os podré amar.

—Y ¿por qué, hermosa nazarena? ¿no te adoro como las plantas al sol, como la gacela fatigada a una clara fuente, como las flores al rocío? Dime, sultana, ¿qué exiges? ¿quieres que separe de mi toda mi esclava? ¿Quieres riquezas? habla: los más exquisitos tejidos de Persia y de Asia, las más costosas alhajas que se han fabricado en Córdoba, palacios, esclavos, todo le lo daré en cambio de tu amor.

— La libertad es lo que quiero.

— La libertad, imposible: pero sé mía, y huiremos de España, y marcharemos a África, en donde serás reina y libre.

— ¡Qué decís! ¿Y habéis podido creer un solo instante, que, aunque débil mujer no tendré valor para sufrir mil muertes antes que aceptar tan despreciables ofrecimientos y tan odioso amor? Os engañáis, no os amo, señor; no os podré amar jamás.

— ¿Jamás? contestó Mahomad, llevando involuntariamente su mano a la guarnición de su gumía[12] incrustada de oro y rubíes; pero venciéndose al punto, añadió: ¿y no sabes, descreída y presuntuosa, que puedo cansarme de suplicar?

— Podéis hacerme morir.

— Morir no: vivir cien hégiras[13] de amor y de placer, realizar en esta vida los goces prometidos por el profeta en la otra a sus fieles creyentes. Sé tú mi hurí [14][13] en la tierra, y yo seré tu esclavo, contestó el moro acercándose para abrazarla.

— Apartaos, señor, o me precipito al bosque por esta ventana.

—¿Y desdeñas tan orgullosamente un amor con el que se envanecerían todas las hermosas de Granada? ¿Desoyes mis súplicas?  pues bien: si el cariño y el rendimiento no pueden nada contigo, el rigor.

—Alí, Alí, exclamó; y presentándose un esclavo negro, le dijo: «a la mazmorra» y lanzándola una mirada de rencor, salió de la torre con dirección al palacio de Boabdelí.— 440 —

 

IV.

 

— Amigos: he jurado dar cima a mi arriesgada empresa, y aun cuando me cueste la vida, la he de cumplir. ¿Qué caballero castellano amante de su Dios y de su dama, no haría lo que os he dicho? O libertarla, o morir: necesito de vuestro auxilio, y por eso os he llamado.

— ¿Habrá matanza de perros moros? preguntó el atolondrado Pérez García cuenta conmigo.

— Pero ¿cuál es tu proyecto? añadió Juan Bedmar, uno de los guerreros más esforzados de los tercios[15] de Castilla.

— Reunir todas nuestras lanzas, contestó León, hacer una llamada falsa por la puerta de Bib-Taubin[16], y caer de improviso con algunos de vosotros por la sierra del Sol al bosque de la Alhambra, en donde está cautiva mi Isabel, mi prometida esposa.

— A ellos, gritó García; ¡a ellos!  y por Santiago que he de hacer tal matanza de infieles, que tenga el diablo que ensanchar las puertas del infierno para que entren de tropel.

— Hasta mañana.

— Hasta mañana.

 

V

 

 

Dos noches después, a la hora en que el muecín subía a la torre de  la mezquita principal para anunciar el Muden el hori, o la oración de las dos de la mañana, sintió el galopar de muchos caballos acercándose por la vega hacia la puerta de Bib-Taubin; en el momento dio la señal de alarma, y poco después se vieron salir algunas tribus a rechazar el ataque de los cristianos: al mismo tiempo una docena de jinetes caía sobre la Silla del moro[17] arrollando la guardia colocada en aquel cerro, acercándose hacia la torre de Mahomad, en que se hallaba cautiva la hermosa Isabel.

Nada pudo contener la impetuosidad de los caballeros cristianos, de modo que se hallaron al pie de la torre antes que pudieran aprestarse a defenderla los que la habitaban.

— ¡Valor, Isabel, que llegamos a libertaros! gritó imprudentemente Pérez García, al asestar el primer hachazo a la puerta de duro roble que defendía la entrada de la ventana, a donde subió con una escala.

— ¡Silencio, García! dijo al mismo instante León, pero ya no era tiempo.

Mahomad conoció el objeto del ataque, y al punto bajó a la mazmorra, y sacando a la cautiva la llevó al salón, a tiempo que entraban en él los caballeros cristianos que habían degollado los pocos soldados que se habían resistido....

— ¡León! ....

— ¡Isabel! gritaron los dos amantes.  — 441 —

— Entrégala, y te conservaremos la vida, añadió León dirigiéndose a Mahomad.

— La vida, contestó, la desprecio; la esclava.... ¡ahí la tenéis! Prosiguió clavándola su puñal en el corazón, y arrojándola con poderoso brazo en medio del grupo de castellanos, estremecidos de su bárbara acción.

— ¡Infame! gritó León, sepultándole su tizona[18][16] en el pecho hasta la empuñadura.

— Ni viva ni muerta la has de poseer, dijo el esclavo Alí, saltando sobre el guerrero como un tigre sobre su presa, y clavándole en la garganta su gumía.

Un tajo que le tiró Pérez García, echó a rodar su negra cabeza por el suelo

— ¡Marchemos! dijo Bedmar, entrando en la habitación: de la fortaleza bajan tropas para socorrer la torre, y la resistencia sería inútil permaneciendo aquí por más tiempo; marchemos.

Y cogiendo el cadáver del desgraciado León, y García el de la hermosa Isabel, salieron de la torre, y montando a caballo cargados con tan preciosos restos, partieron a escape la vuelta de Pinos, en donde ya les aguardaban sus otros compañeros, que habiendo hecho un gran destrozo en los moros, se volvieron al punto de reunión talando las mieses de la vega.

Los cadáveres de los dos amantes fueron colocados en el panteón de la familia de Ponce de León.

La torre en que pasaron estos sucesos, conservó desde entonces el nombre de Torre de la Cautiva.

 

FUENTE

 

Luis de Montes, La Alhambra. Relatos de Granada. Recuerdos de Andalucía, Barcelona. Narciso Ramírez y Rialp,1861.pp.437-441.

 

Edición: Pilar Vega Rodríguez.

[1] También conocida como Torre de la Sultana o de la Ladrona

[2] Ajimez: ventana arqueada, dividida en el centro por una columna. (Diccionario de la lengua española, RAE)

[3] Alcatifas: alfombras

[4] Aljófar: perla de forma irregular y, comúnmente, pequeña (Diccionario de la lengua española, RAE)

[5] Pebetero: recipiente para quemar perfumes y especialmente el que tiene cubierta agujereada.

[6] Boabdelí. Boabdil.

[7] Muley Hacén:

[8] Walí: En algunos Estados musulmanes, gobernador de una provincia o de una parte de ella. (Diccionario de la lengua española, RAE)

[9] Ben-Jusef: hermano de Boabdil.

[10] Alcazaba: recinto fortificado, dentro de una población murada, para refugio de la guarnición (Diccionario de la lengua española, RAE)

[11] Bohordos: en los juegos de cañas y ejercicios de la jineta, varita o caña de seis palmos y de cañutos  muy pesados. (Diccionario de la lengua española, RAE).

[12] Gumía: arma blanca, como una daga un poco encorvada, que usan los moros. (Diccionario de la lengua española, RAE)

[13] Hégira: era de los musulmanes, que se cuenta desde el año 622, en que huyó Mahoma de La Meca a Medina, y que se compone de años lunares de 354 días, intercalando 11 de 355 en cada período de 30. (Diccionario de la lengua española, RAE)

[14] Hurí: cada una de las mujeres bellísimas creadas, según los musulmanes, para compañeras de los bienaventurados en el paraíso. (Diccionario de la lengua española, RAE)

[15] Tercios: regimiento de infantería española de los siglos XVI y XVII. (Diccionario de la lengua española, RAE)

[16] Bib-Tahubin: Puerta de Bib-Taubin: puerta de los curtidores o Puerta Real según el cronista Luis de Mármol. Sobre esta puerta edificaron un pequeño castillo los Reyes Católicos.” (léase Bab Attawabin o de los Convertidos); en tiempo de Mármol asegura Francisco Simonet, 1700, Puerta de los Curtidores. (Descripción del reino de Granada, p.55)  “Era de las mejores fortalezas de Granada, y de ella aún existen algunos restos que deben examinarse, en la casa que habita el sobrestante de las obras municipales, próxima al café del Comercio” Granada y sus contornos: historia de esta célebre ciudad desde los tiempos ... D. Manuel Garrido, 1858 –p.544.

[17] Silla del moro: o castillo de Santa Elena. Construcción de vigilancia y de distribución del agua en el Generalife. Según dice describe Rafael Contreras en 1875: Subiendo al cerro acuyo pie están construidos estos notables vestigios, se ven los cimientos de un fuerte, al cual se le llama hoy La Silla del Moro. Á alguna distancia siguiendo la cumbre, se ven muros de baluartes y torres con un profundo foso construido de arcos de ladrillo, por cuyo fondo se hacía pasar el agua de la acequia alta ya citada. Más allá está el Aljibe de la Lluvia, que es una buena construccion hecha para recoger las aguas de las vertientes, donde hay restos de estanques y edificios, con azulejos y mármoles esparcidos en la tierra.

Toda esta montaña tenía el nombre de Cerro de Sta. Elena y del Sol hasta el barranco de las Tinajas, donde en tiempo de los árabes se construían alcatruces o tubos de arcilla cocida, de los que se han conservado muchos todavía en nuestro tiempo. Al lado de un albercón y cerca de la noria de 160 piés de profundidad, situada en lo alto de la montaña, es en donde suponen los cronistas la existencia de un palacio árabe, con jardines suntuosos y preciosas estancias. No hay datos positivos para asegurar ni para negar este supuesto, que ha llegado hasta nosotros por tradiciones más o menos verosímiles de los últimos momentos de la dominacion agarena; sin embargo, no dudamos que existía en este sitio entre la Silla del Moro y el Aljibe de la Lluvia, el Palacio de Darlarosa. Hemos seguido, acompañados de nuestro ilustrado amigo el Sr. Eguilaz y de otras personas dignas de crédito, un sendero que sirve de división ó término de un trazado a la espalda de la Silla del Moro en la dirección de la Noria, y hemos visto copas o macetas rotas, para flores, y tejas y ladrillos de fabricación morisca que no pudieron llevarse a este elevado paraje sino para adornar un sitio de recreo. Llegamos, subiendo ligeramente, a un estanque de cuarenta y cuatro pasos de largo y nueve de ancho, con unas cuatro varas de profundidad y muros de siete pies de grueso. Uno de los cuatro lados está derruido y sus fragmentos servido para construir otros cimientos que se cruzan con los antiguos. Algunas ligeras excavaciones nos han descubierto otros pedazos de muros quebrantados, un conducto de agua y millares de ladrillos, algunos de ellos esmaltados por sus aristas. No dudamos, pues, la existencia del Palacio de Darlarosa y del cultivo de todas estas montañas, pero al mismo tiempo estamos persuadidos de que en la conquista debían hallarse casi abandonados y tan ruinosos, que no llamaran la atención de los conquistadores.

En tiempo de las rebeliones de los moriscos, los soldados de D. Juan de Austria se albergaron en las ruinas citadas para aguardar a los rebeldes, y más de una vez fueron estas testigos de horribles algaradas”. Contreras, Rafael.  Del arte a´rabe en Espan~a manifestado en Granada, Sevilla y Co´rdoba por los tres monumentos principales la Alhambra, el Alca´zar y la Gran Mezquita : Apuntes arqueolo´gicos. Granada Imp. de D. Indalecio Ventura 1875, p. 284-285.

[18] Tizona:  espada.