DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

 El Áncora: diario católico popular de las Baleares: Año VII Número 1929 – 20 abril de 1886, p. 1

Acontecimientos
Personajes
Jesús, Pedro y Malco
Enlaces
Jesús del Prendimiento

LOCALIZACIÓN

BARCELONA

Valoración Media: / 5

La bofetada.

Leyenda catalana

 

Era de noche; elevábase la luna entre nubes en  el cielo de Judea.

¡Cuán triste era aquella hora! La naturaleza entera parecía estremecerse como previendo el triste  drama que iba a suceder. Junto al torrente Cedrón,  puesto de rodillas, y con las manos  juntas, oraba un joven. Era Jesús.

¡Quién podrá describirte, Jesús mío! ¿Qué pluma profana y menos la mía, guiada por mano pecadora, se atreverá a retratar tus facciones? Pero en este  instante que escribo mi mente te ve, con mi pobre  inteligencia humana; ve aquel rostro blanco por la  palidez que alumbra la luna, aquellos ojos de color de cielo semejantes a los de tu madre Purísima.

Contempla aquella frente pura ornada de profusa  cabellera de un rubio algo oscuro, y si bien tu  fisonomía está como velada por sufrimientos interiores,  es tan bella que no hay humana criatura

que se te parezca; y sin  embargo, no eres más que  una sombra de aquel Jesús que arrastraba solo con  su mirada a todo el pueblo de Judea. Porque tu rostro  parece el de un moribundo; tus labios de púrpura  son ahora violados, rodea tus ojos grandes un cerco oscuro, y tanta es la angustia de tu naturaleza  que de tu frente y de tus mejillas corre un sudor de  gotas de sangre ínterin que tus ojos casi sin brillo  derraman una sola lágrima que se desliza lentamente  por tu mejilla marmórea y se pierde en tu  sedosa barba rubia.  

Me parece ver tu cuerpo, que es la obra más perfecta  del Padre Eterno, envuelto con la túnica de  lana parda, que dibuja tus bellos contornos, y está  pegada a tus carnes por el copioso sudor de sangre y  agua que sale por todos los poros.

¡Ay! ¿Quién puede figurarse ni un instante las  angustias de tu corazón? ¡Oh Jesús mío! Las cuales,  a pesar del deseo que tenías de salvarnos, te hacen  prorrumpir en esta exclamación:

Padre, aparta de mí este cáliz, y después añades estas palabras dirigidas al Divino Criador:  

«Hágase en todo tu voluntad y no la mía» y tu  semblante cae hasta el suelo, y adoras aquella tierra  maldita que se levanta contra ti y pide tu muerte.  

Entonces se ve brillar entro las tinieblas una luz   siniestra. Una linterna sorda, cobarde, que a intervalos  reluce y esconde su fulgor, es una luz cobarde  como el ser que la lleva en su mano; pero junto a  éste va otro más despreciable aun; es un hombre de  roja cabellera y mirada siniestra, con una bolsa de  cuero atada en su cinto: es Judas Iscariote, el discípulo  traidor y seguido de una plebe soez, digna  compañía de tal hombre, se dirigen a prender a  Jesús.

Y llegan allí, y el discípulo traidor se acerca a  su Maestro, y acercando su boca impura a aquella  mejilla de azucena, tiene el atrevimiento de estampar  un beso en ella, en la cual se percibe aún el aroma  de los labios de la más tierna de las Madres, que es a la vez la  las pura de las Vírgenes.

Entonces la turba asquerosa quiere poner las manos sobre el Hijo de Dios, y el primero es el hombre  de la linterna; pero otro hombre, valiente y decidido,  le cierra el paso. Es Pedro, quien sacando un alfanje[1]  corvo, le dice:

— Infame esclavo, hijo de raza maldita. No eres digno de tocar a mi Maestro; y asestándole un golpe a la cabeza, que tuvo la suerte de apartar a tiempo, le  cortó una oreja.

Jesús reprendió a Pedro su viveza, y tomando la oreja cortada, la volvió a su lugar y curó al hombre.

Entonces se apoderaron de Jesús y le ataron, llevándole a casa del Pontífice.

Maleo[2] el esclavo, a quien Jesús curó, le seguía

Su alma de hiel deseaba vengar el agravio, y demasiado  cobarde para arremeter a Pedro. resolvió vengarse  en Jesús.

Presentado el Hijo de Dios ante el gran Sacerdote,  y preguntándole éste por su doctrina, le contestó  Jesús con su dulzura habitual:

— Yo he hablado públicamente  a las turbas: ¿por  qué me preguntáis a mí? pregunta a los que me han  oído, y te contestarán y te dirán lo que yo les he  enseñado.

Entonces Maleo vio que se le presentaba la ocasión  favorable para vengarse; se acercó a Jesús y le  dio la más cruel bofetada que puede dar un ser poseído  por el odio y la cobardía á un hombre atado e  indefenso, diciendo con voz destemplada:

— ¿De esta manera respondes al pontífice?

Jesús le miró; de sus ojos saltaban lágrimas; su  nariz y su boca manaban sangre; tan cruel fue el  golpe.

— Si he hablado mal, dijo, ¿por qué no meló advertiste?  si he hablado bien, ¿por qué me hieres?

Estas palabras fueron pronunciadas con dignidad,  pero sin odio ni rencor alguno.

Jesús fue llevado más tarde a casa de Pilatos, y  allí empezó la sangrienta tragedia que  concluyó con  su muerte.

Entre los energúmenos que más gritaban, entre  las fieras que pedían su sangre, descollaba el vil esclavo  Maleo, y le siguió al pretorio de Pilatos y a la  calle de amargura, presenciando con alegría la rusificación,  y se mofó de la víctima inocente pendiente  de la cruz.

Concluida la terrible tragedia, Maleo se retiró  satisfecho a casa de su dueño. ¡Se había vengado!...

 

II.

Han pasado años, y en un monte de Iberia, en la  comarca llamada Marca Hispánica Favencia o Laletania,  hoy Cataluña, tres jóvenes patricios de familia  romana subían riendo la cuesta de un monte.

Los jóvenes estaban de broma y la alegría de los  patricias romanos las más de las veces era cruel.  

Junto a ellos iba un esclavo judío, era Maleo, cargado  con un cesto de provisiones; subía a la cima  del monte jadeante, no pudiendo con el peso que  llevaba.

Maleo fue vendido por su amo y comprado por  diferentes dueños, hasta que lo adquirió un romano  que 19 llevó consigo a Iberia y lo regaló a un amigo  suyo. Ibero, que lo tomó para divertirse, y su diversión  era atormentar al esclavo, a quien odiaban todos  por ser judío.

Aquella noche Maleo había soñado que se le aparecía  Jesús con la mejilla acardenalada y que oía  una voz terrible que le decía:

— Diste una bofetada y las darás continuamente  hasta el fin del mundo. Y Maleo se dispertó lleno de  terror.

Aquel día su amo, con dos amigos suyos, debían  hacer una francachela a la cima de un monte: cargaron  a infeliz como si fuera una bestia, no faltando  ánforas llenas de vino.

Subieron a la cima del monte, y allí empezó la  comida, que servía el esclavo, que era el blanco de  las burlas de los jóvenes alegres; las libaciones menudearon.

Casi ebrios los jóvenes, uno se acercó a  los domas y les dijo al oído, mirando a Maleo, unas  palabras que les hicieron destornillar de risa. ¡Ay, aquella risa era cruel!

— Judío, dijo su amo, sube a la cumbre.

El infeliz, pálido y temblando, con los cabellos erizados, subió. Miró abajo y cerró los ojos con horror.

Entonces los jóvenes dijeron: a la una, a las dos, a las tres. Corrieron hacia al esclavo, le dieron un empujón, y dando un grito terrible, le precipitaron desde lo alto al abismo, prorrumpiendo a carcajadas.

Esto les divertía mucho, y bajaron de la montaña riendo y contando los visajes que hacia el judío, ínterin que su cuerpo, despedazándose entre las rocas, rodaba hacia el fondo. ¡Era tan poca cosa un esclavo entonces! Menos que un perro hoy.

El monte en el cual fue precipitado Maleo, varía de nombre según la comarca. En la nuestra se cree que fue Montserrat; en' los Pirineos, aseguran que fue un pico  situado en el Valle de Aran, y en la frontera dicen que fue un monte que divide las dos Cerdañas, española y francesa.

Hay en nuestra Cataluña una creencia piadosa, y es que el tomillo que se arranca durante el Jueves Santo, ínterin que se guarda' el sagrado cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo en el sagrario o monumento, tiene la yerba expresada una virtud particular; pero las mujeres de las comarcas que hemos mencionado aseguran que, tantas cuantas veces han ido a coger tomillo en las vertientes de aquellos precipicios, han oído golpes como de una persona que abofetea las rocas, y que salía del abismo una voz cavernosa que decía con acento de desesperación: ¡Todavía dura el mundo! ¡Todavía dura el mundo! Y las mujeres que esto oían se retiraban llenas de horror, repitiendo: «Es la voz del que dio la bofetada a Nuestro Señor Jesucristo, que sale del infierno y que dará bofetadas y gritará mientras dure el mundo" (1)

FUENTE

Francisco de Paula Capella. El Áncora: diario católico popular de las Baleares: Año VII Número 1929 – 20 abril de 1886, p. 1.

(1)La tal leyenda la oí contar cuando niño; a una anciana  payesa, del llano de Barcelona, hermana de mi abuelo  materno, la cual la creía como de fe. (Nota del autor"

Edición: Pilar Vega Rodríguez

NOTAS


[1] Alfanje:  arma blanca, espada corta.

[2] Malco:  “ Entonces Simón Pedro, que tenía espada, sacóla, e hirió al siervo del pontífice, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco” Juan, 10,10.

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