La cueva del Higuerón
Al catedrático D. Bernardo del Saz
En los días de funesto recuerdo en que Cinna aprovechando la ausencia del aristócrata Sila abrió las puertas de Roma al ambicioso Mario en aquellos instantes en que armados los esclavos se entregaron al asesinato, llevando el espíritu de venganza por guía de sus atropellos, murió Publio Licinio Craso, pretor que había sido de la España ulterior y vencedor de los lusitanos. El puñal del asesino terminó la vida de aquel hombre que tanto hizo por su patria y a la vez corrió la sangre de uno de sus hijos. Otro de ellos llamado Marco Craso, al ver su vida en peligro, comprendió la necesidad de ausentarse de Roma y seguido de tres fieles amigos, también víctimas de la persecución de Marco, y de diez esclavos, se vino a Andalucía, sufriendo grandes peligros y contrariedades[1].
Llegaron cerca de Málaga y no se atrevieron a presentarse ni aun a los amigos del padre de Craso, por si alguno de ellos podía -24- ser traidor o torpe para guardar el secreto. Descansaron en un campo cercano al mar y en una heredad de Vivio Pacieco, cuya lealtad hacia ellos sabían. Metiéronse en una cueva grande que allí había[2] pero faltos de alimento y deseosos de tener noticia de lo que en Roma acaecía, mandó Craso uno de sus esclavos a Padece.
En éste no se había entibiado la amistad que a Publio Licinio profesó. Contento recibió la nueva y para evitar sospechas y burlar espionajes no fue a visitarles, pero envió a un esclavo, colono suyo, que colocase las viandas necesarias, en lugar cercano y diariamente. Amenazó al colono con pena de muerte si indagaba para quiénes eran los alimentos y le ofreció la libertad si fielmente le servía en este encargo.
Y desde entonces permanecían encerrados y seguros en la cueva Creso y sus amigos y sólo por las noches salían de ella, bendiciendo la amistad y generosa ayuda del ilustre malagueño a quien se habían confiado.
Un día[3] hallaron dos hermosísimas jóvenes a la puerta de la gruta, ataviadas con lujo y coquetería, Al acercarse a ellas notaron que una barca se alejaba de la playa con rumbo a Málaga.
Se conceptuaron descubiertos y pensaron variar de guarida, cuando aquellas jóvenes les aseguraron que el mismo Pacieco las había conducido en su barca y que sus promesas y dádivas las obligaron a penetrar en la cueva, para hacer menos triste la soledad de Craso y sus compañeros. Añade el historiador que estos las conservaron en su poder, pero respetándolas.
Ocho meses duró esta cautividad, hasta que cundió la noticia de la muerte de Cinna y del triunfo de Sila. Marco Craso salió de su gruta, se dio a conocer y reunió más de 2.500[4] hombres, con los cuales recorrió Andalucía.
Pero una negra ingratitud hay en su historia. Craso olvidó que a Málaga debía su vida y que en ella recibió hospitalidad y consuelo. AI entrar con sus gentes en nuestra ciudad la saqueó villanamente y después se embarcó para África.
Esta acción cruel[5] la negó siempre y se irritaba cuando sus amigos la referían en su presencia. –25-
¿Cuál fue la cueva donde Marco Craso y sus amigos estuvieron? Grandes dudas han surgido y contrarias opiniones se han espuesto con este motivo.
Ambrosio de Morales creyó existía entre Gibraltar y Jimena, por hallar en una de ellas todas las particularidades con que Plutarco la describió. El P. Roa [6]siguió esta creencia. Morejón sostuvo que la cueva de Craso se hallaba junto a Torremolinos.[7]
Mas el erudito P. Milla Suazo, con razones de no poca valía, consideró que la cueva o cuevas donde Craso estuvo se hallaban en los Cantales[8], en el camino de Málaga. Así lo estimó también Conde[9] y no escaso número de escritores del pasado siglo y del actual.
Llaman esta cueva del Higuerón, y está a dos leguas de Málaga, cerca del mar. A su entrada había una higuera grande y silvestre, de donde tomó su nombre. Presenta a su entrada un cañón de bóveda al que se asciende por una rampa suave. Al frente de esta bóveda hay un risco de perspectiva pintoresca cuyos techos de estalactitas sorprenden al curioso. A la izquierda y por un ascenso diagonal e incómodo de 3/4 pies de largo, que guía en dirección norte, se halla una abertura de pie y medio de diámetro que forma un tubo irregular de 28 pies de largo, continuado por im tránsito más accesible de 18 pies de diámetro, el que concluye y se cierra en un rincón elíptico.
Volviendo a la derecha del risco de estalactitas y subiendo por otra rampa de 57 pies de largo y 3/4 de vara castellana de diámetro, cuya entrada hacia el norte figura una elipsis regular y cuya superficie practicable es de tierra movediza muy parecida al estiércol, se vuelve a retroceder entrando por otro conducto que gula a la parte del sur, saliendo al espacio embovedado y a la distancia de 6 pies de la parte superior donde se halla el risco.
Marzo describe otras cuevas cercanas, que tal vez comunicarían con la del Higuerón y que parecen completar las descripciones de Milla, Conde y Vilá.
Hay en estas cuevas concavidades extrañas, depósitos de agua, poyos que parecen hechos a pico, galerías grandiosas y columnas labradas por la Naturaleza.
En la gruta que recibe el nombre vulgarísimo del Tío Leal se veían aún en 1833 pedazos de ollas y cántaros, huesos humanos -26- pulverizados y más de veinte esqueletos de hombre. En una sima profunda se distinguían huesos, al parecer de animales.
Refiere Conde una expedición hecha a estas cuevas en el siglo XVIII y habla de una quadra en forma de calle, que daba entrada a otras varias prolongadas y llanas, y de una escalera con más de treinta escalones que conducía a una puerta unida a grandiosa sima en cuyo fondo se oían las olas del mar. Desde allí se registraban tres puertas al otro lado, cerradas con mampostería y enlucidas, sin reconocerse arranque alguno de puente, arco, ni otro vestigio de tránsito. En la arena reconocieron estampada la figura de un animal extraordinario que alguien calificó de caimán. Encontraron cenizas, conchas de jibias y un crisol[10].
Desde la época árabe corría en Málaga el rumor, aumentado por el vulgo, de que tras aquellas puertas se ocultaba un inmenso tesoro escondido por Reyes Mahometanos. La codicia, igual en todas las épocas, originó expediciones de ambiciosos en los siglos XVII y XVIII que no dieron otro resultado que perder el tiempo inútilmente y costar la vida a los más decididos.
Tenemos noticias de que, hará unos treinta años, se gastaron grandes sumas en buscar puertas, simas y tesoros sin éxito alguno.
Muy recientemente, no por sueños de lucro sino con propósito de estudio y algo de curiosidad, se pensó por varios literatos malagueños una excursión a la cueva del Higuerón o de los Cantales, mas el proyecto quedó sin realizarse, aunque se nos dice no está del todo abandonado.
FUENTE
Díaz Escobar, Narciso, “La cueva del Higuerón”, Curiosidades malagueñas: colección de tradiciones, biografías, leyendas, narraciones, efemérides, etc. que compendiaran, en forma de artículos separados, la historia de Málaga y su provincia,[S.l.] [s.n.] 1899, pp. 23-26.
Edición: Pilar Vega Rodríguez.
NOTAS
[1] De este suceso se ocupan Cornelio Nepos y Plutarco. (Nota del autor)
[2] Así dice Ambrosio de Morales en el capítulo XIII del libro 8.° de su Crónica(Nota del autor)[Crónica general de España que continuaba Ambrosio de Morales, cronista del Rey Nuestro Señor Don Felipe II, Madrid Benito Cano, 1791]
[3] Tomamos este suceso de Guillén Robles. cp. II. de su Historia de Málaga. (Nota del autor) )[Se refiere a Francisco Guillén de Robles, Historia de Málaga y su provincia, Rubio y Cano, 1874]
[4] Marzo. Historia de Málaga pág. 18(Nota del autor)[Se refiere al libro de Ildefonso Marzo, Historia de Málaga y su provincia.—Málaga.—Francisco Gil de Montes.—1851, 1852—]
[5] Plutarco. Vita M. Craso Tomo II, p. 650 (Nota del autor)
[6] Martín de Roa, Málaga: su fundación, su antigüedad eclesiástica i seglar, sus santos. Iuan Rene, 1622
[7] Así lo creía también Ovando en sus versos Ocios de Castalia(Nota del autor) [sobre Juan de Ovando y Santarén, Ocios… Mateo Lopez Hidalgo, 1663]
[8] Cantales de Canto palabra de raíces árabes o hebreas que significa firme. (Nota del autor)
[9] Cristóbal Medina Conde y Herrera, Conversaciones históricas malagueñas, Ceciilio García de la Leá, 1798.
[10] Conversaciones malagueñas, tomo I, p.119 (Nota del autor) ) [Se refiere a conversaciones históricas malagueñas, o, Materiales de noticias seguras para formar la historia civil, natural y eclesiástica de la M.I. ciudad de Málaga, Volumen 4, publicado en Málaga, por Cecilio García de la Leña en 1790]