EL TAJO DEL MORO
(Tradición Archidonesa)
Al erudito D. Francisco Rodríguez Marín
El árabe más bravo del campo granadino,
aquel que de Archidona la fortaleza guarda[1]
aquel que con su sangre valiente y generosa
regó cien y cien veces el suelo de su patria,
meditabundo y triste, colérico y sombrío,
recorre a grandes pasos la torre solitaria.
Profundos surcos pliegan su altiva y noble frente,
relámpagos siniestros destellan sus miradas:
tal vez recuerda ansioso la historia lastimera
de la gentil Tagsona[2], de su hija idolatrada,
que en el altar de amores sacrificó su vida
muriendo como mueren los que de veras aman,
unidos ambos cuerpos en un eterno abrazo,
¡en un cariño eterno unidas las dos almas!
¡Tal vez del hado triste medita en los misterios
y mira destruidas grandezas de su raza,
desiertos los hogares, cansado ya su pueblo,
maltrechos sus hermanos, perdida su esperanza!
Turbando del recinto el fúnebre silencio,
guerreros islamitas penetran en la estancia
y así dice un anciano ante el Alcayde Moro,
la faz torva y colérica, vibrante la palabra.
—¡Alcayde, noble Alcayde, la antequerana vega
se cubre de reflejos de aceros y de lanzas,
fogosos alazanes[3] se agitan por doquiera
y brilla en los pendones la cruz de Calatrava[4].
Asolan nuestros campos las huestes del cristiano
y de escalar la sierra los enemigos tratan;
¡Alcayde, noble Alcayde, dispón de tus valientes
y unidos a nosotros corona las murallas! —
Como el león despierta del sueño que le oprime»
el valeroso moro, se irguió con arrogancia,
sus manos estrecharon el vengador acero,
brilló con más fulgencia[5] la luz de su mirada
y con acento ronco le dijo a sus leales:
—Corramos a la lucha que nuestro Dios nos llama,
ni ejércitos heroicos nuestro valor entibien,
ni ahorremos nuestra sangre, que es sangre de la patria,
¡Alah, que es poderoso, nos lleva a la victoria
y muertes cien hallemos, primero que la infamia!
II
Del ejército cristiano
reunida la nata y flor,
del castillo de Archidona[6]
intenta la rendición.
Los nobles de Calatrava
testimonian su valor
y de Córdoba y Jaén,
de su juramento en pos,
van llegando caballeros
solícitos a la voz
del más ilustre maestre,
de aquel D. Pedro Girón[7] -11-
que en repetidos combates
sus ardimientos probó[8].
Alcayde tiene Archidona
valiente en toda ocasión
y humillarle fuera hazaña
que hasta el monarca dudó[9].
Los calatravos no cejan
y alentando aquel fervor,
que a sus nobles ascendientes
a la victoria llevó,
llaman a voces al cielo
y demandan el favor
de la que es Virgen de Gracia,
de la que es Madre de Dios[10].
Su plegaria oyen los moros
y contestan a su voz:
—Llamad, llamad a María,
que puede en esta ocasión
daros femenil auxilio
y cambiaros, por su amor,
en ruecas vuestras espadas,
entregando en conclusión,
en vez de esas lanzas husos
dignos de vuestra labor.
Frenéticos los cristianos
oyeron la imprecación,
aquella horrible blasfemia -12-
contra la Madre de Dios;
—Ahí van los copos[11] hilados-
cristiano acento exclamó
y al mismo tiempo cayeron
sobre la Torre del Sol[12],
diluvio de estopa y balas
que las casas incendió,
trocando en hoguera inmensa
y en gemidos de dolor,
el recinto amurallado
y aquel temerario ardor
que a los hijos del profeta
dictaba su corazón.
III
Archidona no se rinde;
y van dos meses pasados,
sin mirar la recompensa
de los esfuerzos cristianos.
Aquel Alcayde Ibrahím
hace inútil todo asalto
y ni sed ni hambre consiguen
vencer a los sitiados[13].
Ni el bravo Conde de Cabra,
ni el Maestre Calatravo,
ni el Comendador Manrique
humillan arrojo tanto.
Un ataque decisivo
se tiene por necesario
y si es contraria la suerte
habrá que mudar el campo
y regresar sin victoria
al recinto antequerano.
En Dios puesta la esperanza,
Girón pretende el escalo[14]-13-
y al pie de la Torre cae
herido por un peñasco,
destrozada la armadura
y en dos partido su casco.
Al ver herido al Maestre,
sin desmayar sus soldados
y bizarros capitanes
terminan aquel asalto,
haciendo sus manos furias
y de sus espadas rayos.
Miles de moros sucumben,
con sangre se riega el campo
y entre escombros y ruinas
se alza el pendón calatravo[15].
IV
AI ver el noble Alcayde que su gente
vencida y humillada se replega (sic.)
y que sólo la muerte es la señora
de aquel campo fatal de sus proezas,
sobre bravo alazán escala altivo
el picacho más alto de la Sierra.
Brotan sus ojos ráfagas de fuego,
rompe el acero que esgrimió su diestra
y maldice a los hombres de su raza
que se dejan vencer en la pelea.
Llega al borde del tajo formidable,
a cuyos pies asiéntase la vega,
mide la horrible altura que detiene
al caballo que brama y que babea;
éste se aterra del abismo horrible,
clava sus herraduras en la peña,
pero vencido al fin lánzase al aire,
y alazán y jinete unidos ruedan
fantasmas fugitivos del espacio
que hallan sepulcro y pedestal de piedra[16] —14—
Los siglos han transcurrido
y del recinto murado,
es hoy corona de nieve
un devoto santuario,
donde la Reina del cielo
recibe culto sagrado.
Ni los rigores del tiempo,
ni el transcurso de los años,
borrar lograron la huella
que al borde de aquel barranco
dejó la férrea herradura
del alazán despeñado[17].
Refieren a los viajeros
los campesinos el caso
y por el Tajo del Moro
es conocido aquel Tajo,
donde el Alcayde Ibraín
eternizó su fin trágico,
nueva página añadiendo
a los siglos que pasaron.
FUENTE
Narciso Díaz Escobar “El Tajo del moro”, Curiosidades malagueñas: colección de tradiciones, biografías, leyendas, narraciones, efemérides, etc. que compendiaran, en forma de artículos separados, la historia de Málaga y su provincia, Málaga, Agustín Parejo, 1890, pp.10-14.
Edición: Pilar Vega Rodríguez
[1] Ibrahim el Alcalde de Archidona, había sido en su juventud blando y magnánimo, pero saturado de hiel su corazón contrajo habitual pesadumbre y mudó de tal manera su condición que su dulzura degeneró en sed de sangre enemiga y su clemencia en una ferocidad desesperada.— (Historia de Granada, T. 3. p. 313) (Nota del autor).
[2] Tagsona, hija de Ibrahim, enamorada de Hamet Alhaizar, huyó con éste. Perseguida por su padre se arrojaron los amantes desde lo alto de una Peña, que desde entonces se llamó de los Enamorados, y separa los términos de Antequera y Archidona. Sobre este suceso se han escrito distintas relaciones. Citaremos como las más notables la del P. Mariana, Marzo, Walla, Barrero Baquerizo, P. Cabrera, Lafuente Alcántara, Fernández, Guillen de Robles, Viardot y Llegros. Juan de Vilchez escribió sobre este asunto un poema latino, Dña.Trinidad de Rojas una leyenda en verso, otra D. J. M. Bremón y la actriz Dña.Catalina Larripa un drama en dos actos. (Nota del autor).
[3] Alazán: color rojo, cobrizo. 2. adj. Dicho especialmente de una caballería: De color alazán. Apl. a caballo, u. t. c. s. (Diccionario de la lengua española, RAE).
[4] Calatrava: orden militar y religiosa de los caballeros de Calatrava fundada en el reino de Castilla en 1158.
[5] Fulgencia: derivado del verbo “fulgir”, brillar.
[6] El castillo de Archidona servía de puesto avanzado al Bey de Granada. La fundación de esta ciudadela es perdida en la noche de los tiempos. Se denominó Escua en la época fenicia, Arx-Domina en la romana y Arxiduna en la árabe.— Lafuente. T. 3. p. 311. (Nota del autor).
[7] Pedro Girón: Pedro Girón de Acuña Pacheco, señor de Briones, maestre de la Orden de Calatrava (1445-1466).
[8] Al asalto de Archidona acudieron los caballeros de Calatrava que defendían la frontera de Jaén. El Conde de Cabra, D. Diego Fernández de Córdoba vino con las gentes de sus estados y el Comendador de Santiago D. Federico Manrique con 200 caballos y 400 peones.— Rades, Crónica de Calatrava cap. 37. (Nota del autor).
[9] El Rey Enrique IV no estimaba oportuno el asalto de Archidona, por creer la fortaleza casi inexpugnable. (Nota del autor).
[10] Dice Lafuente que “Es fama que lejos de arredrarse los moros al oír las descargas mezcladas con las aclamaciones de los cristianos que vitoreaban a la Virgen, contestaron con insultos y con burlas diciendo: «Que hacían bien en invocar a María, cuyo auxilio femenil era muy oportuno para trocar las lanzas en husos y las espadas en ruecas para hilar; mas los soldados del Maestre recargando sus máquinas de balas y combustibles replicaron:—; ¡Allá van los copos hilados!— y lanzaron tal diluvio de bombas de estopa encendida, pez y alquitrán que todos los edificios de la fortaleza comenzaron a hundirse y arder, y Washington Irving alude a este suceso en sus Cuentos de la Alhambra. (Nota del autor).
[11] Copo: 3. m. Mechón o porción de cáñamo, lana, lino, algodón u otra materia que está en disposición de hilarse. (Diccionario de la lengua española, RAE)
[12] La Torre del Sol fue la escogida para ser escalada. (Nota del autor).
[13] Según Guillen Robles el agua se había agotado en los pozos y cisternas y solo a costa de mucha sangre se conseguían recoger unos cuanto odres de la fuente que estaba al pie de la altura. (Nota del autor).
[14] El Maestre D. Pedro Girón clavó los garfios de una escala en los adarves de la Torre del Sol, pero apenas había subido unos escalones cayó sin sentido, herido en la cabeza por una gruesa piedra—Historia de Málaga, por Guillen, p.349. (Nota del autor).
[15] La fortaleza de Archidona fue tomada en julio de 1462. Se concedió el Señorío de esta villa al Maestre de Calatrava D. Pedro Girón, Conde de Ureña, ascendiente de los Duques de Osuna. (Nota del autor).
[16] El desgraciado fin del Alcaide de Archidona se cita por numerosos historiadores. (Nota del autor).
[17] El Tajo del Moro, puede admirarse perfectamente desde la cumbre que corona la Sierra donde se halla el Santuario de la milagrosa Virgen de Gracia. En un peñasco del borde se ven formados dos semicírculos en figura de herradura que los archidoneses miran y conservan con respeto como una prueba de la verosimilitud de la tradición. — Lafuente Alcántara en su Historia de Granada, T. 3 p.322. Guillen en su Historia de Málaga, p. 350 y Marzo en la suya. T. 1, p. 412, citan esta creencia (Nota del autor).