La Hija del Sol
Nuestro regreso a Valladolid lo verificamos a caballo, con objeto de visitar a Tordesillas y Simancas; la primera de estas poblaciones es célebre por la larga residencia que hizo en ella hasta su muerte, acaecida en 12 de abril de 1555, doña Juana, llamada la Loca, hija de los reyes Católicos, esposa de Felipe I el Hermoso, y madre del emperador Carlos V; por haberse ajustado allí las diferencias entre el rey don Juan II y su hijo, el príncipe don Enrique, en 1449, sobre la posesión de la ciudad de Toledo, y por el capítulo general de las órdenes de Santiago y Calatrava, que celebraron los reyes Católicos el 2 de julio de 1494.
Tordesillas fue villa murada en otro tiempo, y aún existen restos de su fortificación en algunas partes, y al E. se ven las ruinas de un castillo; por lo demás, su belleza es toda de situación pues está edificada en una altura, desde donde se descubre una dilatada campiña.
No tiene edificios notables, y solo un puente antiguo sobre el Duero, al estreno de cual hay una puerta o arco de piedra, que da ingreso a la villa por la parte que mira al camino de Madrid; merece examinarse, pues es sin disputa uno de los mejores de Castilla, por su firmeza y bella arquitectura.
En el extremo superior de la puerta citada, hay un castillete capaz de contener dos o tres cañones.
Cuentan en esta villa un suceso al cual se atribuye el origen de la tradición de la Hija del sol muy generalizada en tierra de Salamanca, y es como sigue:
En albricias de la famosa victoria de Villalar, que puso término a la guerra de las comunidades, celebróse en Tordesillas gran procesión para dar gracias al Dios de los ejércitos por el triunfo de las armas imperiales, y asistió a ella la reina doña Juana.
Dirigíase la comitiva desde la antigua iglesia de Santa María a la ermita del Santísimo Cristo de las Batallas, que aún existe, cuando al llegar la reina al puente, una joven hermosa, con el pelo suelto, y derramando abundantes lágrimas por sus ojos, se arrojó a sus pies gritando, «¡Arturo!.... ¡Dadme a mi Arturo!!...»
La reina la levantó bondadosamente y no tardó en convencerse de que aquella infeliz estaba loca, pero loca de amor como la misma doña Juana, y por un motivo análogo, pues el Arturo de quien hablaba era su prometido esposo, que complicado en la causa de los comuneros y preso en el castillo de la Mota de Medina, iba a ser decapitado con los procuradores de Guadalajara y Segovia.
Mandó la reina que llevasen a la infeliz demente a su cámara, y cuando hubo penetrado la causa de su dolor, escribió a su hijo pidiéndole el perdón de Arturo, que Carlos V le concedió al punto, mandando poner al preso a disposición de la reina madre.
Presentóse Arturo en Tordesillas; pero esto no bastó para que su amante recobrase la razón; sin embargo, doña Juana quiso que al punto se casaran, y ella misma fue la madrina de boda.
Luisa había perdido el juicio la noche del día que supo la desgracia de Arturo, en cuya noche hubo una aurora boreal, y su manía consistía en esperar eternamente la aparición del sol, siguiendo siempre este planeta con la vista, hasta que se perdía en el horizonte; entonces caía en una especie de letargo,—71—del cual no volvía hasta el amanecer del día siguiente.
Así pasó algún tiempo, hasta que en un viaje que hizo con Arturo, hallándose encinta, sintió en medio del camino los dolores de la maternidad, y dio a luz una hermosa niña, precisamente en el momento de aparecer el astro del día.
Esta niña dieron en llamarla la Hija del sol, por la hora en que nació, y porque de resultas de su nacimiento, recobró la madre la razón, y de ella cuentan, como dije, en Peñaranda de Bracamonte y otros pueblos de Castilla, mil cosas estupendas, tales como que curaba solo con la vista a los enfermos, y otras por el estilo.
- Edición. Pilar Vega Rodríguez.